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LAS VENTAS

Los carteles mienten

¡Fuera del palco!", gritaba la afición al presidente, Marcelino Moronta, porque no devolvía los toros pese a su evidente inutilidad para la lidia, pero ni se iba ni nada. Allí permaneció hasta el final, pegado al asiento, contemplando indiferente la gran estafa al público que se estaba perpetrando. Porque nada de cuanto anunciaban los carteles era verdad, salvo la hora y el precio de los boletos. Desde el aviso de que presidiría la autoridad hasta la presunción de que habría toros y serían lidiados, todo mentira."Presidirá la corrida la autoridad competente", decía el cartel. Pues ni autoridad, ni competente: el funcionario de turno más bien parecía puesto por el ayuntamiento. "Se lidiarán seis hermosos y bravos toros": pues ni bravos, ni hermosos, ni toros, ni la madre que los fundó (la vaca); luego nada había que lidiar.

Usera / Silvera, Caballero, Delgado

Cinco toros de Gimena Usera (uno devuelto por inválido), bien presentados, inválidos, inútiles para la lidia. 6º, sobrero de Santamaría, con trapío, cinqueño, inválido.Emilio Silvera: media trasera (silencio); metisaca infamante en los bajos y media atravesada (silencio). Andrés Caballero: media y tres descabellos (silencio); pinchazo hondo y cinco descabellos (silencio). Paco Delgado: estocada corta atravesada delantera (silencio); estocada (palmas y saludos). Plaza de Las Ventas, 4 de septiembre. Menos de media entrada.

La fiesta ha tocado fondo y no ya el Cúchares que resucitara, sino una pléyade nutrida de toreros que estuvieron en activo hasta hace par de décadas, serían incapaces de reconocerla. Entre ganaderos de carne, rajatoros, figurines, apoderados, empresarios, concejales, alcaldes y policías metidos a presidentes, un Ministerio del Interior que parece el de Colonias y Plazas de Soberanía para esto del toreo, más la trampa saducea del nefasto reglamento Corcuera a guisa de puntilla, han convertido la fiesta de toros en un repulsivo sacrificio de animales tullidos, en una pantomima del arte y del valor, en una horterada vestida de luces, y lo que aún quizá sea más grave: en un soberano aburrimiento.

Nada de la corrida mereció la pena, porque ni aún volviéndose lila de remate puede interesar ver cómo ciertos sanguinarios sujetos tocados de castoreño les descuartizan los lomos a unos toros incapaces de tenerse en pie, cómo unos espadas de alternativa intentan pegarles pases. Alguien dijo que los tres diestros ponían voluntad, y sería cierto; lo que no pusieron, sin embargo, fue torería, pues de sentirse toreros no se habrían dedicado a esbozar derechazos, ceñimientos, pinturerías, mientras los toros desplomaban su s miserias en la arena.

Únicamente Andrés Caballero alborotó un poco el cotarro -sector japonés- al banderillar sus inválidos. Los japoneses lo celebraron visiblemente emocionados, pues creían que se había querido suicidar. Tuliquilicala catalajamamoto, se les oía decir, que significa "Es parecido al harakiri, versión Próspero Merimé". Hubo un par por los adentros de Caballero muy arriesgado, y luego con la muleta se puso encimista. Emilio Silvera y Paco Delgado también se pusieron encimistas, o distanciados, o ni lo uno ni lo otro, y la verdad es que para aquellos resultados les habría dado lo mismo quedarse en el hotel.

La fiesta necesita regresar al punto cero; limpiarla de indocumentados que convierten en mentira absoluta todo lo que anuncia en sus carteles, empezando por esa grey de incompetentes sin autoridad que la preside. "¡Fuera del palco!", le gritaban a Moronta. Mas no sólo este funcionario: el equipo entero de presidentes, cuya ineptitud, ejercida desde la prepotencia, está destruyendo la categoría de Las Ventas. Fuera del palco, de la plaza y hasta de la barriada. Para que la fiesta empiece a regenerarse en Madrid, no se les debe dejar pasar de Manuel Becerra.

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