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Reportaje:

La sierra culta

Durante el invierno, Collado Mediano tiene más casas que vecinos. En el estío, a los 3.070 pobladores censados en esta villa serrana se agregan 15.000 residentes temporales en la más pura tradición del veraneante por antonomasia, que es el veraneante madrileño urbano, colonizador y urbanizador, habitante de colonias y urbanizaciones, descubridor y pionero de las virtudes terapéuticas y relajantes de los aires de la sierra del Guadarrama, en la que ha ido dejando su impronta, primero de piedra y de ladrillo, luego de cemento y asfalto, parcelando prados y alzando murallas cada vez más tupidas, baluartes de chalés adosados que protegen de miradas indiscretas y alevosos asaltos la privacidad de sus inquilinos, reductos fortificados que empezaron como círculos de carretas tras los que se parapetaban los colonos para defenderse de los posibles ataques de los aborígenes tras profanar sus reservas, muros y setos hoy que ponen cerco a pueblos que en otro tiempo fueron agricultores, ganaderos o canteros.Canteros y ganaderos fueron de siempre los habitantes de Collado Mediano, que recibió el estatuto de villa en 1623. En su escudo, bajo el "Ave María" que distingue a las localidades que pertenecieon a la circunscripción de Manzanares, figura La Cobañera, piedra angular y emblemática del municipio, monumento megalítico aunque discreto, capricho geológico en la ladera del modesto cerro que cedió su nombre al pueblo. A medio camino entre Villalba y Navacerrada, Collado Mediano vive hoy de la construcción más que de la cantería o la ganadería, del comercio y del turismo como la mayor parte de los pueblos de esta sierra. Collado Mediano, haciendo honor a su modesto nombre, nunca ha destacado, ni para bien ni para mal, en la feroz competencia que enfrenta a muchos pueblos de la zona en la caza indiscriminada del veraneante chaletero. Collado Mediano se enorgullece, sin demasiadas alharacas, de sus nuevos vecinos, sobre todo jóvenes parejas autoexiliadas de la urbe que un día decidieron fijar aquí su primera residencia, en beneficio de su salud mental y sobre todo de la de sus primeros retoños para hurtarles de las contamiciones, agresiones y aceleraciones de la gran urbe.

"Collado Mediano ha sido hasta hace poco la Cenicienta de la sierra", dice uno de estos nuevos vecinos que sabe apreciar la horaciana medianía del lugar. Aquí no hay monumentos impactantes, ni templas, ni estatuas; ni siquiera un castillo en ruinas, ni un palacio, ni el recuerdo de un prócer al que dedicar una plaza o grabar una placa. Eso sí, la calle mayor por excelencia, eje y sostén, avenida única, institucional y comercial, conserva su antigua y obsoleta denominación, rinde póstumo, superfluo e injustificado homenaje al anterior jefe del Estado en su más superlativa y huera advocación, para contento de unos, indignación de otros e indiferencia de los más. La gobernación municipal se sustenta en un delicado y peculiar equilibrio de fuerzas. El alcalde, Rafael Guillén Cuesta, es del CDS, partido mayoritario con cinco concejales; el PSOE con cuatro y el PP con dos completan un equipo que gobierna por comisión y reparte sus competencias edilicias entre todos los partidos representados.La cultura está a cargo de María Luz Horga Mier, concejala del PP y directora del coro Luminis Cantores, orgullo local, agrupación que ha traspasado las fronteras autonómicas y nacionales y paseado el humilde nombre de esta villa por tierras de Francia y Hungría. El edificio de la Casa de la Cultura, que trata, en vano, de disimular su inanidad arquitectónica con pinturas murales, alberga una biblioteca con 9.000 volúmenes, tres libros por habitante censado, y se encuentra muy concurrida en esta sofocante tarde de agosto. Aproximadamente una docena de silenciosos y absortos lectores ocupan sus puestos ignorando lostradicionales preceptos de la siesta. A juzgar por el rumor de voces y el claqueteo de las fichas de dominó, el salón de la primera planta está aún más animado. En la planta baja se dan los últimos toques a una exposición de pintura. Talleres literarios y de cerámica, clases de danza, de guitarra y de idiomas componen una programación sin orientaciones ideológicas ni censuras partidistas. La presencia en el programa de un curso de Lengua Española para marroquíes habla de la existencia de un nutrido colectivo de obreros magrebíes empleados en la construcción y de sus deseos de integración, no siempre bien entendidos por algunos, pocos, habitantes del pueblo. Para muchos otros la integración es un hecho innegable y positivo.

Por la larga y estrecha avenida del Generalísimo pasean al crepúsculo, de dos en dos, trabajadores norteafricanos, relajados tras una dura jornada laboral, que se cruzan con las gentes del pueblo, encienden sus luces festivas las terrazas de cervecerías y chiringuitos. La noche se presenta animada y tranquila. Demasiado tranquila, o demasiado corta para algunos de los propietarios de los bares nocturnos que se quejan de la incomprensión municipal en cuestión de horarios, y se resisten pacíficamente a cerrar sus establecimientos horas antes de que lo hagan sus homólogos de otros pueblos serranos, que hacen sus mejores recaudaciones aprovechando la insaciable sed de los veraneantes urbanos. Bares como La Peña complementan la oferta cultural del municipio con exposiciones y certámenes literarios; otros establecimientos colaboran este año con un nuevo concurso gastronómico convocado por el Ayuntamiento. Rara avis entre los lugares de veraneo, en Collado Mediano ha prendido la llama de la poesía. El poeta y escritor José Alberto Santiago, que dirige el taller literario de la Casa de la Cultura, cifra en algo más de 100 personas la asistencia regular a unas veladas poéticas que han llevado hasta allí a Francisca Aguirre, Félix Grande, José Hierro y Luis Eduardo Aute, entre otros, para decir sus versos.

Collado tiene también sus inconvenientes, el principal, en opinión de muchos vecinos, es de tipo urbanístico. La ya mentada y superlativa avenida central es un callejón sin salida que se cierra en la estación de ferrocarril; suprimidos los antiguos pasos a nivel, los residentes de algunas urbanizaciones cercanas han de dar larguísimos rodeos para acceder al núcleo central del pueblo. Es un problema más que afecta a los comercios de la localidad. La estación de cercanías, rodeada de vetustas casas de veraneo de modesta altura, es el cogollo de Collado Mediano; frente a ella, uno de los restaurantes que componen la variada oferta gastronómica de la zona invita a los cronistas a degustar una suculenta, exquisita diríamos si a tal producto le cuadrara el adjetivo, morcilla con pasas y piñones.

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