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ESPERANZA DE PAZ PARA EL ULSTER

Una paz en que la que cuesta creer

Los habitantes de Belfast, la capital del Ulster, se muestran escépticos el primer día de alto el fuego

Luce el sol en el cielo sobre Andersonstown, en el oeste de Belfast, donde el Sinn Fein tiene su cuartel general. A un lado del escenario donde un triunfal Gerry Adams, presidente del Sinn Fein (rama política del IRA), se dirigió el miércoles en plena euforia del alto el fuego a un puñado de seguidores, montan guardia las furgonetas de la televisión norteamericana CBS.El presidente del Sinn Fein, el artífice de la paz en el Ulster, está siendo entrevistado en directo Fuera, bajo el sol pegajoso, un grupo de periodistas espera a que las dobles verjas de hierro del pequeño hotelito, que sirve de oficina central al partido político del IRA, se abran y alguien les autorice a entrar.

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Es mediodía y la calle, la famosa Falls Road, el corazón del gueto católico de Belfast, sufre uno de sus habituales atascos de tráfico. Pero el día, 1 de septiembre, no es un día cualquiera. Los chiquillos que se han acercado a ver el rostro de su ídolo, repetido hasta cuatro veces en los monitores de control de CBS, lo saben muy bien. Ha empezado la paz ¿Ha empezado la paz?

"No me pregunten"

"No tengo nada que decir, no me pregunten". Las dos dependientas uniformadas de la farmacia Andersonstown se han callado de golpe ante la llegada de la eventual clienta. ¿Acaso comentaban el alto el fuego del IRA? "Perdone, pero no tenemos nada que decir". Es la misma respuesta que da el emplea do que atiende en la funeraria O'Neil, unos metros más lejos de la farmacia.

En Falls Road hubo una animada manifestación la medianoche del miércoles. Los seguidores del Sinn Fein y varios centenares de personas más -muchos de ellos muy jóvenes- dieron rienda suelta a su felicidad en esa hora histórica. Pero ahora, el silencio y la discreción se imponen.

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Aunque no para Bill. Bill es un tipo maduro. Vestido con vaqueros y una camiseta se dispone a atravesar el mar de coches que. taponan la arteria principal. Católico y lo bastante viejo como para haber vivido el comienzo de los troubles (los disturbios), no oculta su satisfacción: "Este Gerry Adams es un tipo listo. Eso de que han sido los no americanos quienes han conseguido el alto el fuego es una tontería. Gerry es el que sabe". ¿Y ahora qué?. "Ahora a esperar, veremos lo que pasa en unos tres meses".

El autobús blanco y un tanto destartalado -lo mismo que los taxis negros que cruzan Fall Road llevando siempre varios viajeros que comparten carrera- atraviesa todo West Belfast y enfila Donegall Road, sector protestante y del duro.

Alguna que otra bandera británica, y pintadas patrióticas o amenazadoras de los Luchadores por la Libertad del Ulster, decoran los muros ciegos de las casitas adosadas de ladrillos rojos.

Por la calle, solitaria, camina despacio Michelle Craig. Tiene 20 años y es de un pueblecito a 60 kilómetros de Belfast, pero estudia tercer curso de Medicina en la Universidad de Queen's.

Michelle es protestante, "pero no fanática". A todo lo que aspira, explica con su dulce acento irlandés, es a encontrar un trabajo cuando termine la carrera, y quizás un novio. Siempre que no sea católico. "No es por ninguna razón especial. En la universidad tengo muchos amigos católicos, pero por razones de creencias religiosas no me podría casar con uno de ellos", dice con una cándida expresión en los ojos que brillan al fondo de sus gafas de miope.

Michelle espera que esta vez los provisionales del IRA vayan en serio y la paz llegue al Ulster de una vez por todas. Y después... ¿Acaso es ella de los que temen el futuro de una Irlanda unida? "No, eso no me preocupa en absoluto. Tengo la certeza de que esa será la solución final para este país. Pero yo voy a seguir viviendo aquí y lo único que me importa es encontrar trabajo".

En Donegall Road, paseando arriba y abajo, mata su tiempo el señor Mcoy. ¿Mac qué?. "No, no escriba mi nombre, por favor. No es por nada. En realidad aquí todos somos amigos, católicos y protestantes. Mi yerno, por ejemplo, es católico. Somos gente simpática los irlandeses. Pero es mejor que cada uno se quede en su barrio. Después de todo, han pasado cosas horribles en los dos lados, ¿sabe?". ¿Confía él en la paz? "Habrá que ver qué pasa A ver si entregan las armas de una vez".

Camino de University Road, el aspecto de los transeúntes cambia. La imagen de ciudad de provincias de Belfast se transforma lentamente en algo más cosmopolita y europeo. Son las decenas de estudiantes que bajan de la universidad y los locales más lujosos los que dan otro toque a la extraña capital del Ulster. La zona es una zona mixta, dicen.

Mixta como el centro para jóvenes donde trabajan Martine y Claire. Un local fundado hace ahora un año por los máximos dignatario de las cuatro iglesias presentes en Irlanda del Norte: la católica, la metodista, la iglesia de Irlanda y la presbiteriana.

"Organizamos cursos especiales para todos los jóvenes", dice Claire. Ella es católica, también Martine, pero los otros cinco miembros restantes del equipo son protestantes. "Nos llevamos muy bien", dicen las chicas.

Ninguna de las dos da saltos de alegría por lo que está pasando ahora en el Ulster. "Tenemos que esperar a ver qué ocurre. A ver si es cierto que hay paz y empiezan las negociaciones". Claire no está muy segura de que haya una solución clara para Irlanda. Le da lo mismo que el Norte se una a la República de Irlanda o que las cosas sigan igual aquí. "Siempre que haya paz me sentiré feliz".

¿Miente Claire? ¿Mienten los protestantes? Aparentemente a todos les da igual el acuerdo final. ¿A todos?

Es hora de regresar a Falls Road, al cuartel general del republicano Sinn Fein. Lo mejor, tomar un taxi. Lo malo es que al taxista no le gusta la calle. "Vaya a la parada de abajo. Busque los taxis que van al oeste", explica. Dos ve hículos patrulla del Ejército británico cruzan la calle. La parada de taxis para Falls Road está lejos. Lo mejor será dejarlo para otra ocasión.

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