Desmesura a tope
La desmesura se desató ayer a tope en la Pamplona chica con una orgía de trofeos regalados. Ya se sabe que actualmente la inmesa mayoría de los que asisten a una función taurina dividen el precio del boleto por el número de trofeos cortados para establecer el promedio. Ayer, con diez, la localidad les salió tirada.Claro que viendo los pitones de todos los bichos, excepto el último que, ¡oh, casualidad!, correspondió al único modesto de la terna, poco podía esperarse del usía, José Luis Gómez, salvo que se sumase al festín orejero. Esos bicornetes presentaban defensas sospechosísimas, siendo desmesuradamente romas las del primero, tercero y cuarto. La autoridad redondeó su triunfal tarde autorizando las vueltas al ruedo de quinto y sexto, encastados, pero flojos, y cambiados, como todos, con un picotazito.
Del Río / Ortega, Rincón, Caballero
Cinco toros de Victoriano del Río,con volumen y flojos. Los tres primeros,manejables; 5º y 6º encastados y premiados con vuelta al ruedo. 4º, sobrero de Antonio Arribas (en sustitución de uno del hierro titular devuelto por cojo), manejable e inválido. Todos sospechosos de pitones excepto 6º.Ortega Cano: ovación; dos orejas con algunas protestas. César Rincón: dos orejas; dos orejas y rabo. Andrés Caballero: silencio; dos orejas y rabo. Los tres salieron a hombros. Plaza de San Sebastián de los Reyes, 1 de septiembre. 5ª corrida de feria. Casi lleno.
Dicho lo anterior, hay que explicar que Rincón volvió a firmar una lección de torería con ese quinto, al que dejó lucir y sometió, fiel a su estilo de autenticidad, distancia, temple, ligazón y calidad muleteril, que engorrinó con un desmesurado sartenazo. De igual mala forma asesinó al segundo, tras brillar menos.
En vista de que el único no orejeado era Caballero, mal a espadas con su primer enemigo, el animoso diestro echó por la vía del valor y el populismo con el también encastado sexto, en el que se la jugó e incluso apuntó pases de ortodoxa enjundia. Ortega Cano recibió su ración de óbolo orejil con el inválido cuarto, al que toreó de salón. El primero, con defensas como para rejoneo, le permitió hasta alardes seudovalerosos.
Babelia
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