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Ese pequeño gran torero

Miura / Campuzano, Fundi, Valderrama

Cinco toros de Eduardo Miura (uno fue devuelto por inválido), grandes, sospechosos de pitones, inválidos, descastados; 1º y 6º, manejables. 4º, sobrero del Conde de la Maza, con trapío, inválido. Tomás Campuzano: tres pinchazos, estocada perdiendo la muleta y rueda de peones (vuelta); dos pinchazos y estocada (silencio). Fundi: estocada trasera ladeada (aplausos y salida al tercio); pinchazo, estocada caída y rueda de peones (escasa petición y vuelta). Domingo Valderrama: pinchazo hondo y estocada corta (oreja con minoritaria, petición); bajonazo (oreja); salió a hombros por la puerta grande. Se guardó un minuto de silencio en memoria de Manolete, muerto hace 47 años.

Plaza de Vista Alegre, 28 de agosto. 9ª y última corrida de feria. Cerca del lleno.

Se hizo presente en el ruedo de Vista Alegre Domingo Valderrama, ese pequeño gran torero, y dio una lección de torería a todo el mundo: a los figurones de la feria, que han estado toreando ovejas mochas (si a eso se llama torear), a los torerillos graciosos de muchos dengues y Jácaras, cuyos fracasos atribuyen siempre a los toros, que tienen el vicio de mirarlos, y a los públicos, que no los saben comprender; dio una lección a la propia grey empresarial, que no le da mérito, ni sitio, y cuando le contrata es para echarlo a los miuras.Echan Domingo Valderrama a los miuras como quien echa cristianos a los leones: un aliciente añadido en los carteles al componente trágico de la lidia. Porque Domingo Valderrama es un torero tan bajito que no le alcanza el flequillo al borde de la barrera, ni a los rizos del testuz del toro (lo cual es peor), y da sensación de fragilidad manifiesta cuando abre el capote, se planta delante del miuraza gigantón y le llama con una vocecita aguda de chavalín recién salido de la escuela: ¡Jé toro!".

Acude entonces el toro torazo miura, trotón, altivo y bufador, y hay en el público un estremecimiento, un silencio inquietante, miedo de que allí mismo arrolle a la criatura y la parta en mil pedazos. Pero la criatura, como por milagro súbito, se engrandece, y recibe al toro embebiéndolo en los vuelos del capote, y le obliga a humillar y volver, y lo templa, y lo manda en unas verónicas suaves ganándole terreno hacia los medios, donde rematará los lances con media verónica de sevillana inspiración.

Momentos redondos, momentos importantes, ejemplos, referencias... Muchos lances, actitudes, gestos, han estado rebuscando los especialistas de la ciencia táurica para encontrar alguna justificación artística a esta lamentable feria de Bilbao; y tenían que cogerlos por los pelos, hasta que irrumpió Valderrama, el pequeño gran torero, y meció desde el respeto al canon y el primor estético el toreo a la verónica.

Ya no paró Domingo Valderrama de arrimarse, de ensayar el toreo en todos los terrenos y frentes, porque los miuras tenían guasa, guasa avinagrada, y difícilmente se dejaban instrumentar las suertes. El sexto mejoró algo la condición obtusa de sus hermanos y tomó con cierta fijeza los muletazos por la izquierda. Domingo Valderrama estaba empeñado en ejecutarlos hondos, y al engendrar un pase de pecho en acabada ligazón con el cambio de mano, el toro le pegó una voltereta bestial.

No se arredró por ello el pequeño gran torero y siguió toreando valentísimo, ahora por naturales ceñidos, hasta dominar al miura, cuadrarlo y abatirlo de un volapié entrando a toma y daca. La estocada resultó ser un bajonazo, ésta es la realidad, aunque se comentaba por allá que un bajonazo de torero tan bajito equivale a la estocada en los rubios que deberían cobrar otros colegas con aspecto de jugadores de baloncesto,

Tomás Campuzano, sin ir más lejos, le saca a Domingo Valderrama la cabeza, el hombro y hasta el escapulario, y sin embargo no fue capaz de matar a sus toros con efectividad y aseo. Perdió por ello una oreja, pues la faena que le hizo al primer miura de la tarde, único verdaderamente boyante de la corrida, estuvo bien construída, corrió la mano con largura y templanza, se adornó pinturero. El otro toro de Campuzano, en cambio -que salió sobrero-, apenas tenía pases porque estaba igual de inválido que el miura al que sustituyó.

Todos los miuras padecieron invalidez, daban síntomas de amoruchados y torearlos en divina forma constituía una quimera. Fundi los banderilleó fácil, muleteó empleando tonos tremendistas para sacar los medios pases posibles, y el desacierto con el acero le privó también de la orejita que estaba deseando darle el público.

Muy orejero está hogaño el público bilbaíno. Pero su orejismo a veces hace justicia y en la presente ocasión el beneficiado fue Domingo Valderrama que demostró cómo ha de venir a la feria de Bilbao un torero, cuando lo es a carta cabal.

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