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Tribuna
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Olla a presión

Durante mucho tiempo, la izquierda europea lo tuvo muy claro en relación al Magreb: la Argelia del Frente de Liberación Nacional (FLN) era un país progresista y admirable; el Marruecos de Hassan II era una escandalosa auto cracia medieval. Poco importaba que la población argelina sufriera insoportables penurias económicas, incesantes persecuciones policiales y lamentables procesos de desarraigo cultural. Todo ello era justificado en aras del porvenir radiante del socialismo a la árabe del FLN.Si la revuelta de la juventud argelina de octubre de 1988 arrojó al cuarto de los trastos el mito del FLN, los acontecimientos posteriores -ascenso del islamismo, golpe militar para impedir la victoria electoral de los barbudos; feroz e ineficaz represión actual- han mostrado que Argelia es el eslabón más débil del Magreb. Por el contrario, el Marruecos de Hassan II ha sobrevivido a golpes militares y revueltas, y, a su manera, ha ido construyendo una economía competitiva, liberando presos políticos y autorizando grados mayores de libertad.

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Argelia cierra su frontera con Marruecos

El conservadurismo de Hassan II se ha revelado eficaz. Marruecos ha evolucionado hacia la modernidad -incorporación de la mujer a la vida pública; establecimiento de un cierto pluripartidismo; creación de un embrión de clase media; apertura a las inversiones extranjeras; desarrollo de la industria turística- sin violar sus tradiciones religiosas, renunciar a su agricultura o destruir su riqueza paisajística y cultural.

Pero Marruecos es frágil. Depende en gran medida de la personalidad compleja de Hassan Il. Y depende también de lo que ocurre en Argelia. Durante mucho tiempo, la Argelia del FLN intentó desestabilizar a Marruecos, a través, entre otras cosas, de su apoyo al Frente Polisario. El 17 de febrero de 1989, el nacimiento de la Unión del Magreb Árabe (UMA) fue presentado como la definitiva reconciliación de los dos países.

Acogida con tanta esperanza como escepticismo, la UMA no sobrevivió al hundimiento del FLN y la explosión del islamismo en Argelia. Ahora, Marruecos teme la exportación a su territorio de la peste que asola a su vecino. La presión en la olla magrebí ha subido unos cuantos puntos. El grito es "¡Sálvese quien pueda"! Ha llegado la hora de que, en la otra orilla del Mediterráneo, en concreto en España, se tome este asunto con la gravedad que requiere.

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