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Crítica:DANZA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Vida y arte

La compañía titular cubana está dando buenas y equilibradas funciones de ballet en el Albéniz, sobre todo cuando se confían a las nuevas generaciones. Hay que citar la entrega del personal del teatro, las luces muy cuidadas y una labor generalmente no reconocida, la del maquillador Antonio Cañas, de gran profesionalidad (a veces hasta hace milagros con Alonso).Alberto Méndez (Pinar del Río, 1943) es el único coreógrafo importante que, ha dado Cuba en las dos últimas décadas. Su trayectoria es irregular, pero se le reconoce creador nato que pare su obra con lentitud, fragmentación y ritualidad. Aún inconcluso por voluntad propia, Mal de ángeles es una hermosa demostración de inventiva, talento y oficio coréutico, donde falta precisar el ahora dudoso papel del cuerpo de baile. Es la tercera vez que Méndez entra con buen pie y mejor salida, a lo largo de 12 años, en la música de Scriabin.

Ballet Nacional de Cuba

Mal de ángeles: Alberto Méndez A. Scriabin. Diseños: S. Fernández. Teatro Albéniz. Madrid, 26 de agosto.

Mal de ángeles tiene su génesis lejos, en la premiada Plásmasis (1970) -primer pas de deux de Méndez- y continúa con Rara avis (198 l), Después del diluvio (1983) y Suite géneris (1988), obras de reflexión y fuertes combinaciones corporales.

En los manuscritos de Scriabin el Poema del éxtasis, escogido por Méndez para Mal de ángeles, se llamó primero Poema orgiástico, y en unos versos del compositor a propósito de la pieza se lee: "Tímidos esbozos de vida, yo os traigo la audacia". Mal de ángeles es eso: unas ráfagas de sugerencias audaces -que no fórmulas- capaces de cortar el aliento por su intensidad. Los ángeles urbanos en la noche (están de moda desde el filme de Wenders), sufridos a la vez que lanzados, evolucionan a un ritmo endemoniado y difícil marcado por los metales. Varias metáforas visuales se superponen, como viñetas de un desastre anunciado. Es un ballet trágico.

Como asegura Lischké, la obra musical Poema del éxtasis existe gracias a las inquietudes y pretextos filosóficos que Scriabin quiso ilustrar con música. Podemos asegurar que la coreografía de Méndez existe por otro tanto: un intento descarnado de exposición personal donde también el sentido de éxtasis parte de su etimología primera, sensual, hasta su significado coral y más universal. La bella pieza fue bailada con hondura por Jorge Vega, Vladímir Álvarez y, Tamara Villarreal, arropados con acierto por una sobria concepción plástica de Fernández en ropa y decorado.

El programa se completó, entre otras colas, con Raymonda, donde apareció una Lourdes Novoa mejorada. y serena, casi imperial en el grand pas, presentado con hermosos trajes y telones al antiguo estilo. Además se vio una rareza en Occidente: la Danza vasca de Las llamas de París, estilización brillante a la soviética de frases de aurresku. Los cubanos están muy aptos para estos despliegues de energía (aunque se niegue ahora, la escuela cubana tiene en sus genes el aporte soviético), y así lo hicieron, ejerciendo honroso, papel de custodios de un repertorio injustamente olvidado. El verano madrileño mejora y se ameniza con sus noches de ballet cerca de la Puerta del Sol, donde ha vuelto la calma y el rigor artístico tras el aciago estreno de Cleopatra.

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