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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Cocodrilas eternas

Ballet Nacional de Cuba

Cleopatra eterna: Ivan Monreal / E. Korngold, R. Gliére y R. Strauss; diseños: Armin Heinemann. Teatro Albéniz, Madrid. 24 de agosto.

Anteayer apareció en Egipto una esfinge sin cabeza; el mismo día el Ballet Nacional de Cuba estrenaba Cleopatra eterna. Sino causal, que decía Lezama Lima: cruel metáfora, desgraciada coincidencia. El hallazgo arqueológico no tiene cabeza, el ballet cubano tampoco, que vive del símbolo tambaleante de su otrora fuerte jefa.La mascarada de Cleopatra eterna -en principio una buena idea escénica de Heinemann, que acertó con la plástica y la selección musical- le da un tinte siniestro a la situación interna del ballet cubano. El público se quedó esperando a Rosario Suárez, que estaba anunciada (gran parte del público estaba allí para verla); se vió un segundo acto del Lago de los Cisnes débil por Lourdes Novoa y lírico y virtuoso por Carlos Acosta. La bocanada de aire llegó con el arrojo de Aliaydée Carreño y Lienz Chang en Sylvia, con gracia pero con lagunas de estilo.

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Volviendo a Cleopatra, entre otros chismes popularizados sobre ella, se dice que César la llamaba en la intimidad "mi cocodrila". Esto viene de antiguo y lo recoge como bueno hasta Thomton Wilder en su novela epistolar Los idus de marzo. Cuando Alicia Alonso visitó Leningrado por primera vez en 1957, desafiando la guerra fría y llevada hasta más allá del telón de acero por sus sólidas puntas, un joven llamado Rudolf Nureyev subió al techo para espiar, por un ventanuco, los ensayos solitarios de la extranjera; al verla trabajar riendo, la apodó "la bailarina cocodrila" por su enorme boca y no menos abarcadora sonrisa. Pasados los años -y los siglos- el mote cariñoso las empareja, y las dos cocodrilas, la del Nilo egipcio y la del Almendares habanero son eso: mito, historia.

El apoyo musical de Cleopatra eterna se basa en toques de Richard Strauss y fragmentos de checo-norteamericano Erich Wolfgang Korngold (que ganó un Oscar por la banda sonora de Robin Hood) y del ucraniano Reingold Moritsevich Glier o Gliére, un discípulo de Arensky e importante compositor de los ballets épicos del período soviético (Taras Bulba, El jinete de bronce, La amapola roja y de Cleopatra o Las noches egipcias en la versión de 1925, que más tarde rearmó Sergueiev en el mismo Kirov.

Nadie duda que Alicia Alonso es historia de la danza, tal como Cleopatra es un mito suntuario-político de la antigüedad. Cleopatra se suicidó a tiempo per o Alonso no se retira y hace el ridículo cada noche. Ahora el ballet cubano, para seguir la línea arqueológica y estar a tono con los tiempos, debería escenificar los últimos días de Pompeya, el incendio de Roma o el paso de Aníbal por los Alpes con los elefantes (una buena metáfora de cuando Castro importó hasta el trópico máquinas quitanieve para convertirlas en tractores de montaña).

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