Todos escachifollados
Aparecían perplejos y recelosos los toros por la boca del chiquero, y nada más verlos se podía apreciar que venían escachifollados. Escachifollados todos los toros, los seis toros, sin dejar ni uno; escachifollados de pitón y de la patita también.Bien es verdad que no todos padecían el. mismo escachifollamiento, porque Dios no hizo el mundo cuadriculado ni les dio a sus habitantes pafiguales bienes de fortuna. En cuestión de cuernos hay grandes diferencias; qué le voy a contar. Los cuernos eran como la vida misma en esta corrida e9cachifollada: unos tenían más, otros menos. Espartaco se llevó uno de cada: el descaradito de cabeza y el rasurado total. Aborregado el chucho ,mocho, ligeramente enterizo y corpudo el de las astitas gordas, intentó torearlos medio tumbado y con el pico de la muleta para poner la embestida lejos de su persona, y aunque le aplaudieron -porque en el coso de Vista Alegre lo aplauden todo, y a Espartaco se le quiere- no consiguió ni cuajar faena ni justificar su reconocida profesionalidad.
Sepúlveda / Espartaco, Joselito, Ponce
Toros de Sepúlveda, tres impresentables, tres presentables, sospechosos de pitones, flojos, manejables.Espartaco: estocada atravesada (división); pinchazo, estocada atravesada contraria y cuatro descabellos (silencio). Joselito: estocada (ovación y salida al tercio); pinchazo, estocada y rueda de peones (silencio). Enrique Ponce: dos pinchazos, estocada y rueda de peones; se le perdonó un aviso (ovación y salida al tercio); pinchazo aviso con retraso- y estocada caída (ovación y salida al tercio). Plaza de Vista Alegre, 23 e agosto. 41 corrida de feria. Lleno.
Cada cual trae su etiqueta y la de Joselito se funda en la maestría. Maestría, clasicismo, seriedad, hondura, arte, técnica lidiadora... Eso dicen de Joselito los joselitistas convencidos, atribuyéndole unas virtudes que jamás nadie reconoció juntas en los grandes ases de la tauromaquia; aquellos Bienvenida y Ordóñez, o Domingo Ortega y Pepe Luis, o yéndonos a tiempos históricos, el Bomba y Machaco, Belmonte y Joselito el verdadero. Pero el movimiento se demuestra andando, y Joselito el contemporáneo, en un alarde de maestría, seriedad, hondura y restantes atributos cósmicos, lo demostró corriendo.
No paró de correr Joselito, tanto en su primer toro, que embistió pastueño, como en su segundo, solamente nobletón. Al pastueño le pegaba Joselito un pase y apretaba a correr, re nunciando de plano a que la faena tuviese una mínima liga zón. El torillo no se sintió toreado ni dominado en ningún momento, y pues renunciaba a cuadrar las patitas llegada la si niestra hora de la muerte, Jose lito le pegó unas alevosas dobladas metiéndole la punta de la espada en los ijares. La facción joselitista corrió un tupido velo y disimuló silbando El sitio de Zaragoza. Confiaba en la siguiente comparecencia del titular de la causa, mas no hubo caso: al torete sólo nobletón, Joselito no logró sacarle pases de ningún tipo en el transcurso de un largo, inconexo y aburrido trasteo.
Enrique Ponce es el torero de la facilidad y el gusto, y en estricta concordancia con su fama se dio el gusto de darles a sus escachifollados toros todos los fáciles derechazos que traía proyectados para esta tarde en Bilbao, más la ¿lel año que viene por si estalla la guerra mundial y suspenden la feria. En ambas faenas hizo una breve intentona de toreo al natural, que resultó deslavazada, sórdida y fallida. "Por la falta de costumbre", comentó un.colega. Y algo de eso debe de haber. La especialidad de Enrique Ponce, diestro paradigmático de la tauromaquia contemporánea, es el derechazo, y lo da con suma facilidad y gusto -es decir, como quien lava-, siempre, naturalmente, que el toro esté escachifollado. Por eso, sin duda, la faena al sexto le salió destemplada, desligada, algo astrosa y un poco alborotona: el toro estaba menos escachifollado que los anteriores.
Tampoco este toro se dejaba matar y para impedir que Enrique Ponce consumara la suerte, humillaba buscando hierbecita fresca en la arena. Ponce hacía gestos de contrariedad, como si se le hubiese venido encima el infortunio. Y, sin embargo, aquella actitud renuente tenía explicación: minutos antes le había pegado al torejo inocente unos ayudados por bajo innecesarios que lo dejaron perplejo, receloso y escachifollado hasta los tuétanos. Animalito.
Babelia
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