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Crítica:DANZA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Yelmo y halo

Don Quijote (1869) marca el apogeo de lo que el músico soviético Boris Asafiev llamó la España teatral rusa, y así debe ser visto. Es una recreación fantástica y posromántica de la obra literaria, y la versión cubana intenta acercarse con bastante fortuna al original, basado en el episodio Las bodas de Camacho.Los bailes de Don Quijote se han mantenido en la tradición viva, que los cubanos acentúan y enriquecen, como el pas de deux final, donde Alonso impone la versión de 1939 de Anatol Obújov, que ella bailó genialmente hasta los años 60.

Las funciones del Albéniz (Quijote se repite los días 8 y 10 de septiembre) se han visto ensombrecidas por el afán egocéntrico del escenógrafo, que llena la escena de inutilidades, sin dejar espacio a los verdaderos protagonistas, los bailarines. Una mesa o una cortina nadie las añora y sí dos metros más de suelo para el lucimiento de la danza.

Ballet Nacional de Cuba

Coreografía: Karemia Moreno, Marta García y María Elena Llorente; música: L. Minkus; diseños: S. Fernández; dirección: Alicia Alonso. Teatro Albéniz, Madrid. Días 18 y 20 de agosto.

Lo mejor de la reposición cubana es el primer acto y el cuadro de la alucinación de Quijote tras la pelea con los molinos. En el primer caso hay coherencia y cultura coréutica, y en el segundo, las cambios tienen lógica balletística y musical. Los intérpretes han mantenido buen nivel: Aymara Cabrera, Galina Álvarez e Ivette Regueiro en una Mercedes musical y dinámica; Lorna Feijoó y Emma López alternaron el papel de reina de las dríadas con técnica y elegancia.

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