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El semáforo como unidad de destino

Juan José Millás

.Sigo con mucho interés todas las iniciativas de los pobres, porque me parece q ue el futuro es de ellos, no en el sentido redentor que aplicábamos antes al proletariado, sino en la creencia de que el destino natural del hombre es vender pañuelos de papel en un semáforo. Ése es su destino natural, ya digo, para eso nace el hombre, para vender pañuelos de papel. Hay muchos que cuando se huelen este destino cruel salen corriendo en dirección contraria, aunque cuanto más corren más se acercan a él, como Edipo, el pobre, que mató a su padre y se casó con su madre para no tener que matar a su padre ni casarse luego con su madre. Los banqueros acumulan riquezas infinitas porque tienen más miedo al semáforo que Edipo al parricidio y al incesto juntos.

Es sabido que a partir de cierta cantidad da igual mil millones arriba o mil millones abajo, no se es más o menos desgraciado por mil millones menos si se tienen 50.000 en la cartilla o en los fondos reservados. Sin embargo, la experiencia dice que los ricos no de jan nunca de coleccionar los millones en paquetes de mil, porque esos bultos monetarios actúan también como un amuleto mágico que te aleja cada, vez más del semáforo; y es que del semáforo nunca se está lo suficientemente lejos, como del padre y, de la madre, Edipo lo sabía. Por eso Luis Roldán, por ejemplo, acumuló mucho más dinero del que podía gastar en varias existencias, no porque creyera estar dotado para vivir varias vidas, bastante tenía con la suya', sino porque sus amigos socialdemócratas le enseña ron que el dinero, una vez que te has comprado todo lo que podías imaginar (y los socialdemócratas tienen una imaginación más austera que el dormitorio con yugal de Franco), servía de talismán para no caer en un semáforo. Es probable que al pobre Roldán lo veamos. como a Edipo, casado con su madre, o sea, de camarero en un restaurante de ETA en Santo Domingo. El terror al incesto, cuando es exagerado, no conduce a otro sitio que al incesto. Parece raro, pero es así.

Es decir, que los semáforos están llenos de héroes que han aceptado su destino, el nuestro. Por eso, los dueños de las mejores marcas de coches -BMW, Mercedes, Jaguar- elevan las ventanillas cuando avistan al pobre del semáforo: no por los 20 duros que cuesta un paquete de pañuelos, sino porque en ese pobre vendedor se ven a sí mismos y se dan miedo. Yo, sin embargo, creo que es mejor comprar: 20 duros no van a ningún sitio y en cierto modo te inmunizan. Dos paquetes diarios de pañuelos constituyen la vacuna perfecta para huir del destino fatal. En cualquier caso, uno nunca sabe si conseguirá escapar. Yo vi un día a Alicia Koplovitz en el semáforo de María de Molina con Velázquez vendiendo kleenex (en realidad, la veo en todas partes, debe ser el amor); ella no se ha enterado aún de que es muy pobre,, por eso continúa comprando empresas de cementos, mientras su cuerpo astral vende pañuelos de papel. Que cuente con mi ayuda cuando el fatum se cebe también en su apariencia fisica.

En cualquier caso, que es a lo que iba, cuando uno sabe que el, verdadero destino del hombre es la pobreza, presta una atención especial a las iniciatiyas de los pobres. En Barcelona, los mendigos ya tienen una, revista propia, al igual que en Londres y París. La de Londres vende 250.000 ejemplares semanales, se éstán forrando los mendigos. En Madrid , todavía no tenemos, parece que falta iniciativa. Aunque yo estoy seguro de que si haces un buen proyecto de revista de pobres te lo subvenciona la Comunidad de Madrid, porque si lees con atención el nuevo Estatuto de los Trabajadores te das cuenta de que el destino natural del hombre es el semáforo. Mejor vender revistas que pañuelos, digo yo, suena como más digno.

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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