700 cubanos renuncian a huir tras secuestrar un buque en Mariel durante 24 horas
La situación en Cuba se deteriora a marchas forzadas. Desde que estalló la crisis de los balseros que quieren huir del país caribeño se habla del peligro de un nuevo Mariel, un éxodo masivo como el que, en 1981, permitió la salida hacia EE UU de más de 125.000 personas. Y fue en Mariel, ese puerto emblemático, donde, el domingo por la noche, volvió a surgir el conflicto al asaltar unos 700 cubanos un petrolero maltés con el propósito de no abandonarlo hasta no pisar las playas de Florida. Esta vez, sin embargo, el intento no prosperó y los asaltantes acabaron descendiendo del barco en la madrugada de hoy, hora española.El incidente se inició tras concluir en el puerto el funeral patriótico por el teniente de la Marina asesinado el lunes anterior durante el secuestro de otra embarcación. Miles de personas se concentraron en la terminal de azúcar a granel y abordaron el petrolero Jussara utilizando cuerdas, escalas y hasta la cadena del ancla.
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El Gobierno cubano avisó que impediría zarpar al barco
Viene de la primera páginaDecenas de agentes de la policía y de la Brigada Especial del Ministerio del Interior y centenares de miembros de los Destacamentos de Respuesta Rápida fueron movilizados de inmediato. Llegaron al lugar en coches y camiones. Enseguida cortaron los accesos al muelle y dispersaron a más de un millar de personas. La mayoría eran familiares de los ocupantes y vecinos de Mariel que se encontraban allí reunidos para intentar subir al barco o para observar la evolución de los acontecimientos.
" Yo ya he perdido un hijo en el mar y tengo ahora otro en el barco", decía llorando una madre cubana a la entrada de la boca del Mariel. "Estoy aquí para pugilatear a mi niño y que no le pase nada" , añadía sin dejar de gimotear. Eran las nueve de la mañana del lunes y decenas de policías acordonaban la zona de la bocana y prohibían el acceso a la prensa.
Una furgoneta del Partido Comunista, con altavoces en el techo, pasó a esa hora por la calle central del pueblo de Mariel, y a la altura de la guarapera El Trapiche y de la tienda La Sin Rival comenzó a convocar a la población para un "acto de repudio" en la playa de la bocana. Pero los ocupantes del Jussara, un petrolero maltés que trasladaba crudo entre La Habana, Matanzas, Nuevitas y Mariel, no parecían inmutarse y se mantenían dentro del barco después de haber pasado la noche y manifestar su intención de no bajar de la nave. El Jussara está cargado con 500 toneladas de combustible.
La novia del capitán
Uno de los familiares de los ocupantes del carguero dijo a este periódico que toda su familia se encontraba a bordo del barco y que desde hacía varios días la gente del pueblo sabía lo que iba a suceder. "Me he quedado solo", afirmó Pedro. Aseguré que la semana pasada el capitán del barco, un ciudadano griego, dijo que cuando se fuese de Cuba se iba a llevar a su novia, una joven que vivía en la bocana del puerto. "Mucha gente, al enterarse, se fue para allá y se subió como pudo al barco". Al parecer, al menos 200 de los 700 ocupantes del carguero son originarios de Mariel.
Las autoridades cubanas advirtieron desde el principio que "el país no puede autorizar la salida de ese barco, ya que tal hecho constituiría un precedente sumamente negativo, que podría poner en peligro el transporte marítimo, el suministro de las termoeléctricas, el comercio exterior y el abastecimiento de la población".
Según la versión oficial, difundida ayer, los hechos se produjeron cuando "varios cientos de elementos antisociales" se reunieron en el puerto y abordaron el Jussara "aparentemente en confabulación con el capitán de la nave". Las autoridades, que no intentaron bajar por la fuerza a los amotinados, calificaron la situación de "compleja", y "recomendaron" a las "fuerzas revolucionarias y del orden interior" que actuasen con "máxirna serenidad y sangre fría, a fin de evitar la necesidad de tomar medidas drásticas para solucionar el problema creado, teniendo en cuenta que, como es habitual, los secuestradores llevaron consigo mujeres y niños".
Vecinos de Mariel informaron que durante toda la tarde del domingo estuvieron llegando a la zona camiones de la policía y también helicópteros, en uno de los cuales viajó el presidente cubano, Fidel Castro, quien estuvo dos veces en el lugar de los hechos. También acudió el ministro del Interior, Abelardo Colomé Ibarra, quien insistió en que el barco no sería autorizado a abandonar el puerto bajo ningún concepto y afirmó que la comida estaba asegurada "para las mujeres y los niños" que se encontraban en el barco.
Unas horas antes del anuncio del abandono del barco, la situación era todavía confusa en Mariel. Mientras el pueblo estaba incomunicado telefónicamente, en los muelles, cerca del petrolero ocupado, se había desarrollado un "acto de repudio" en el que participaron cientos de miembros de los Destacamentos de Respuesta Rápida armados con numerosos palos y tubos de metal. No se produjeron incidentes durante la marcha.
Abandono masivo
Al caer la noche, el paulatino abandono del barco a lo largo de la jornada se convirtió en una masiva salida de los secuestradores. Las autoridades cubanas informaron del hecho, pero no concretaron las razones que habían originado tal decisión.
Este intento fracasado de secuestro se produce sólo dos semanas después de que varios, grupos de personas desviasen por la fuerza hacia EE UU varias lanchas de pasajeros en el puerto de La Habana, y justo una semana después de que un recluta secuestrase una nave de la Marina de guerra en el puerto de Mariel, hecho en el que murió asesinado un teniente de la Marina de Guerra.
Estos acontecimientos han disparado la crisis cubana y han hecho pensar que los secuestros de barcos podrían continuar en los próximos días.
Motín a bordo
El petrolero Jussara, de bandera maltesa y tripulación griega, era ayer, unas horas antes del fin del secuestro, una, inmensa mole de cemento con unas 700 personas personas en cubierta que agitaban pañuelos y gritaban que querían salir a mar abierto.Era un espectáculo sobrecogedor. Niños y mujeres con la camisa manchada de aceite y petróleo de haber nadado hasta las escalas colgadas por la banda de estribor chillaban enloquecidos, mientras los hombres intentaban convencer a las autoridades de que losdejaran marchar. Mientras, desde tierra, algunos familiares les llamaban por altavoces y les conminaban a volver a casa.
Los ocupantes del Jurassa llevaban ya 24 horas a bordo, y la bocana del puerto estaba totalmente rodeada de fuerzas del orden. Decenas de camiones y jeeps de la policía con cascos, escudos y otro material antidisturbios se alineaban en perfecto orden en la terminal de azúcar a granel del municipio de Mariel, mientras un nutrido grupo de obreros de la construcción con camisas blancas del Contingente Blas Roca se entretenían mirando, con palos en la mano.
"Si la policía nos deja, los bajamos en media hora", comentaba excitado uno de ellos, mientras un policía a su lado decía que tenían órdenes expresas de no intervenir, así como de dejar en paz y no seguir a los que poco a poco fuesen abandonando la embarcación.
De pronto, dos de los cubanos que se encontraban a bordo del petrolero bajaron y pasaron en medio de varios oficiales del Ministerio del Interior vestidos de verde oliva. Eran dos niños de 12 o 13 años y nadie les dijo nada, ni tampoco ellos a varios periodistas- de la televisión cubana que quisieron entrevistarles.
Otro grupo de cubanos salieron después, pero en un lento gota a gota que era observado atentamente por los vecinos del pequeño poblado de Boca de Mariel, donde decenas de policías custodiaban las esquinas y principales calles de la población, situada a 35 kilómetros
e La Habana. Poco después, el flujo se inensificó progresivamente.
La entrada al puerto del Mariel estaba jalonada de consignas y lemas revolucionarios como "Será el triunfo de quien es la justicia" y "Síguenos". A la salida había una gran bandera, cubana y vallas revolucionarias a la altura del pueblo de Jaimanitas, ya en La Habana.
Pero algo había ocurrido. Varios coches de la policía impedían el acceso al centro turístico Marina Hemingway, un lugar con embarcaderos y yates de recreo. Alguien había llamado por teléfono y había amenazado con invadir el puerto deportivo con intención de llevarse a, Miami los barcos.
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