Todo quedó en un sueño
Demasiado bonito para ser verdad. El cartel con el que todos sueñan; el padrino más apetecido; en la plaza que conoce desde niño. Sale el toro con el que ha triunfado en el duermevela: bajo, que hace el avión al embestir.Trujillo lo torea a la verónica como, seguro, ha soñado que se puede hacer el toreo: con las manos bajas, con naturalidad y sentimiento. El animal blandea tras el único puyazo. El torero se luce en chicuelinas.
Llega el momento soñado de la alternativa. Largo parlamento de Romero, y el joven doctor, emocionado, no se atreve a abrazar a su padrino; se cierra la ceremonia con un serio apretón de manos. Mientras tanto, el toro había demostrado su calidad extrema para encumbrar a quien así se lo pidiera. Trujillo brinda al cielo, a la memoria de su padre, y se lleva a su oponente a los medios con desbordante torería. Allí, liga la primera serie con la mano derecha, que presagia faena grande. Se cambia la muleta de manos, y... Trujillo despertó. Se acabó el sueño. La embestida del toro seguía larga, pero el torero se volvió torpe; trataba de torear en corto cuando el animal pedía distancia. La realidad es que Trujillo dibujó pinceladas de buen toreo, pero dejó escapar un toro de auténtico ensueño.
Torrestrella / Romero, Aparicio, Trujillo
Toros de Torrestrella, sospechosos de pitones, desiguales, blandos, nobles; 5º devuelto al partirse un pitón. Sobrero de Martínez Benavides, manso. Curro Romero: pinchazo, cinco descabellos y el toro se echa (bronca); media, tres descabellos y el toro se echa (bronca). Julio Aparicio: bajonazo descarado, estocada y descabello (pitos); media baja, dos pinchazos, media, tres descabellos -aviso- y descabello (pitos). Juan José Trujillo, que tomó la alternativa: pinchazo, estocada y dos descabellos (oreja); tres pinchazos, estocada tendida y descabello (vuelta). Plaza de Málaga, 15 de agosto. 4ª corrida de feria. Casi lleno.
Salió el sexto. Vuelve el sueño. El buen toro y el buen toreo. Otra vez la lentitud y el gusto en las verónicas. El toro aprieta en el caballo y sale suelto. Se lucen los banderilleros, y Trujillo, con su público enfervorizado, brinda a su madre. Otro toro nobilísimo. Otro comienzo torero por bajo y nueva serie por la derecha que hacía soñar lo que no fue. Trujillo se hace un lio, el toro lo busca, el torero se pone nervioso y, después de intentos baldíos, se inclina por manoletinas. Mató mal, muy mal, y dio una triste vuelta al ruedo. Una vuelta, quizá a su propia realidad. Todo había sido un sueño maravilloso, que no soportór el despertar.
El que sí estuvo despierto fue Curro Romero. Había toreado el día anterior en El Puerto, y pensaría que el trabajo, para los obreros. Ordenó que masacraran a sus toros en varas, y llegaron muertos al tercio final.
El primer toro de Aparicio se lidió bajo la responsabilidad del ganadero. Es lógico: los pitones eran una vergüenza. El torero lo veroniqueó atropelladamente, y no consiguió vencer el genio que desarrolló en la muleta. En el sobrero, manso y deslucido, pasó un quinario con escasa torería.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.