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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Numancia de Castro

LA SITUACIÓN cubana se deteriora por momentos desde que el viernes de la semana pasada se produjera en el Malecón de La Habana la primera revuelta interna contra el régimen en siete lustros. Los peligros de un enfrentamiento civil han crecido considerablemente en poco tiempo. La inflexibilidad de Castro, su falta de percepción de los sentimientos de gran parte de la población cubana y su numantinismo político e ideológico han llevado a una mayoría de los cubanos a la convicción de que con él no habrá cambios ni salida a la actual situación. Castro, piensan muchos cubanos, está decidido a sacrificar a su pueblo antes de reconocer su fracaso. El discurso de Castro televisado el jueves no hace sino confirmar esta impresión. Criminalizar a todos los insatisfechos o desesperados que buscan una salida a su situación personal arriesgando su vida en balsas y pequeñas embarcaciones en la peligrosa travesía hacia Miami y acusar a Estados Unidos de todos los males que aquejan a Cuba no parece la mejor posición de partida para afrontar una solución pacífica a la actual crisis, que comienza a asumir los primeros rasgos de una fase terminal.Pero Castro y su aparato no son los únicos culpables de que la evolución de los, acontecimientos haga que cada vez sean mas los cubanos que auguran violencia en la isla. El revanchismo militante de Miami no hace sino favorecer los argumentos numantinos del régimen. Y la política de Estados Unidos también está alimentando lo que puede ser una reacción desesperada del régimen o de la población o de ambos a la vez. Washington, que bloquea y devuelve a haitianos a su país o los concentra en grandes campos de refugiados en Guantánamo u otras partes, otorga una recepción casi calurosa a los emigrantes ilegales cubanos. Mientras, mantiene una política cicatera en la asignación de visados a aquellos que quieren emigrar de forma legal. La Administración norteamericana debería ser consciente de que sus intereses no coinciden con los de aquellos que desde Florida consideran la venganza como su principal objetivo político. Levantar al menos parcialmente el embargo sería una forma de quitar crispación a la actual situación y sólo demostraría que, en contra de lo que dicen los castristas, aquél no supone sino una mínima aportación a la desastrosa situación cubana.

,Pedir a Castro que recapacite y abra cauces de diálogo con las fuerzas moderadas del exilio parece ya ser tarea ociosa, a la vista de su actuación -y del incremento de la represión- en las últimas semanas. Su amenaza de lanzar una gran oleada de emigración hacia las costas de Florida puede ser tomada en seno, dado el nerviosismo que se ha apoderado del aparato. Pero tanto Castro como su gente deben saber que deshacerse de unas decenas de miles de insatisfechos sólo aplazará de nuevo por unos meses su problema. Estos serán sustituidos pronto . por muchos más. La situación cubana actual ya no concede el tiempo que confiaban tener los dirigentes para, con unas muy modestas reformas económicas; dar la sensación de que algo se mueve para bien. En realidad, Castro no quiere mover nada en el terreno que impediría lo que se perfila como una tragedia para los cubanos.

En estos momentos, aquellos estadistas del mundo que aún tengan acceso a Castro tienen que hacerle ver, no con ligeras recomendaciones, sino con claras advertencias, que su política ya, no va a contar con la benévola comprensión de antaño si, como parece claro, apuesta por el inmovilismo y la represión. Y los que sean interlocutores de Washington deben hacer saber a la Administración norteamericana que debe ayudar y no entorpecer una transición política que debe ser pacífica. Castro aún controla la situación, el régimen tiene las armas, y en el seno del aparato nadie parece tener la voluntad o la fuerza para contrarrestar esta sinrazón del socialismo o muerte. Porque el socialismo de que habla Castro ya no existe, y la alternativa que ofrece el grito de guerra del castrismo sería un crimen contra la nación cubana. Esperemos que en esta trágica situación surjan hombres dentro y fuera del régimen y de la isla que lo eviten.

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