El trágico atentado
de la plaza de Ramales (distante apenas 100 metros del palacio Real) pone en evidencia cuánto el disparatado paso subterráneo de la plaza de Oriente, defendido y auspiciado por el alcalde, facilita a cualquier grupo fanático la posibilidad de actuar contra el palacio Real, máxime cuando los vecinos del barrio sabemos del contrasentido que supone haber prohibido aparcar en las inmediaciones del Senado, invocando motivos de seguridad.Entiendo entonces -aunque sea sólo invocando fundadas razones de seguridad- que, siquiera por una vez, el alcalde debería prestar oídos sordos al diario monárquico de la mañana que le dicta su Política y comprender que si éste en principio defiende a la institución monárquica, muchos otros, firmantes o no de manifiestos, lo que defendemos es el palacio Real. Y reflexionar, después del bárbaro suceso del día 29 de julio, sobre el posible alcance y consecuencias de su idea.
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