¿Quien vigila a los vigilantes de Nueva York?
La violencia urbana y la corrupción colocan a la policía neoyorquina en sus horas más difíciles
Un policía de 29 años, apodado El Mecánico porque "ponía a punto a la gente" a porrazos en el Bronx (Nueva York), cumple una sentencia de tres años en prisión por tráfico de armas robadas y estupefacientes. "¿Quién iba a cogernos?", preguntaba antes de ser condenado. "Somos la policía".No todos los policías de Nueva York tienen un currículo como el de El Mecánico, pero el departamento necesita un guardián qué le vigile. Al menos ésa es la conclusión dé una comisión investigadora que expuso a principios de julio un espeluznante entramado de corrupción y brutalidad policial en tres de las comisarías de la ciudad.
Desde los años setenta, la corrupción se ha asociado casi siempre a casos de soborno y pagos a informantes, pero el nuevo informe del grupo de intocables, encabezado por el juez Milton Mollen, describe a los policías corruptos como criminales involucrados en el tráfico de drogas. La comisión ha admitido que la "vasta mayoría" de los miembros del cuerpo son personas íntegras y libres de toda sospecha, y las cifras que proporciona la misma policía apuntan a un descenso general en los incidentes de abuso de fuerza. Sin embargo, la opinion pública ya ha colocado en el ojo del huracán a todos y cada uno de los 31.000 agentes del departamento.
Junto al alarmante índice de criminalidad en la ciudad, el es cándalo ha colocado a la policía de Nueva York en lo que es quizá el momento más delicado de su existencia. "Ser policía se ha convertido en un arte prácticamente imposible", explica el periodista especializado John Katz, "sobre todo cuando se espera que los policías asuman las áridas tareas de las que el resto de la sociedad no quiere ni oír hablar".
Tener 20 años y un certificado de educación secundaria son requisitos suficientes para saltar con una placa y una pistola a la arena de una de las ciudades más violentas del inundo. En lo que va de año, ocho agentes se han suicidado en Nueva York, una ciudad donde, según las estadísticas, la policía se ve involucrada en un tiroteo diario. La contrapartida: un sueldo de entre 280.000 pesetas al mes para el recién llegado y 470.000 para el veterano.
Llegar entero a casa
"El trabajo es ahora más duro que nunca, de eso no hay duda. Ahora la gente no respeta a la policía como cuando yo entré", explica el agente Carlos Infante, que lleva ocho de sus 37 años patrullando en el Bronx. "Te insultan y te lo tienes que tragar. Te escupen, te lanzan cosas y tienes que ignorarlo, porque tienes que llegar entero a casa por la noche". Aunque la comisaría donde trabaja Infante es la tercera en tamaño en Nueva York, "otros ni se acercan a los conflictos de este barrio", dice. "Las noches de los fines de semana son muy problemáticas. La gente se pone a disparar sus armas a medianoche. Disparan a coches, a edificios, a cualquier cosa. Es una locura".Durante los dos últimos años, el trabajo de la comisión Mollen ha estado ligado a un nombre: el del agente Michael Dowd, líder de un grupo de seis agentes que desde 1986 robaba a traficantes de drogas en el barrio de Brooklyn. Lo que la comisión define como "una cultura policial que exalta la lealtad por encima de la integridad" hizo que la tarea de Dowd pasara inadvertida, o al menos impune, hasta 1992, cuando el departamento de policía de otro condado tuvo que asumir el trabajo de detenerle junto a sus secuaces. Dowd fue condenado recientemente a 14 años de prisión y salió del juicio con lágrimas en los ojos.
El alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, tiene ahora que decidir si aprueba la recomendación del informe Mollen de establecer "una comisión policial externa, independiente y permanente para fiscalizar los sistemas de control de la corrupción y ejecutar sus propias investigaciones". Según Mollen, "el departamento permitió el colapso de sus sistemas de lucha anticorrupción. Estaba más preocupado por la mala publicidad generada por estos escándalos que por las consecuencias devastadoras de la corrupción en sí".
"Yo no he visto casos de corrupción en mi comisaría", dice Infante. "No lo toleraría. Me han ofrecido sobornos en la calle, y nunca los he aceptado". Pero el mismo William Bratton, jefe de policía de la ciudad, declaró: "Hay que mirar más allá del entorno de la policía. La cultura americana no soporta a los chivatos".
Aparte del testimonio de El Mecánico, el trabajo de la comisión Mollen se ha ido cargando de pinceladas grises sobre la imagen del departamento: en julio de 1992 se demostró que Michael Dowd recibía 8.000 dólares semanales (un millón de pesetas) de bandas de traficantes a cambio de protección policial. El año pasado, un informante de la policía enmascarado relató a la comisión diversos episodios de brutalidad policial en los distritos más deprimidos de la ciudad.
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