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Crítica:FESTIVAL DE LAS MINAS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una princesa gitana

Gente, mucha gente, e incidentes entre el público en las puertas para entrar al monumental, enorme y ya saturado recinto en el que se celebraba la última sesión antes de la fase de concurso del festival. José Parra, con el toque de Ignacio Carrión, y un sonido más que deficiente, comenzó a cantar por malagueñas, siguió por alegrías, tarantas y terminó por bulerías. Todo muy camaroniano. Timbre de voz, carencias, silencios, pose, gestos: imitación absoluta hasta la usurpación. Eso gusta a un sector amplio del público y el joven cantaor malagueño -que puede y sabe cantar de otro modo más personal- acepta la complicidad tranquilizante y se marcha sin decir una palabra para que no se note que no es Camarón de la Isla.

Gala flamenca

Cante: José Parra, Remedios Amaya, José Menese, Miguel Poveda y Pansequito. Toque: Ignacio Carrión, Quique Paredes y Julián El Califa. Antiguo mercado. 10 de agosto.

Nobleza de sangre

Y subió al escenario una verdadera noble gitana, que no tiene título en su casa, sino en la sangre. Remedios Amaya ¡qué elegancia y qué majestad! La acompaña Quique Paredes, el del compás exacto y bonito. Se estira tímidamente la sevillana por tarantas, las de Fernando de Triana que ya se habían escuchado y volverán a escucharse en la voz de dos cantaores más, cierra la tanda con taranto y sigue estirándose, ya más abiertamente, por tangos clásicos, extremeños y acupletados, hasta aquí, sentada y ante el micrófono; pero el temperamento fogoso de la cantaora la lleva a levantarse para iniciar unas bulerías dejando los micros atrás y ofreciéndose al auditorio en cante y baile, ¡y cómo el público le agradece esa entrega! No es que Remedios cantara bien según los cánones más elementales, cantó poco y a su manera, en la que se nota una pérdida de tablas y de engrase. Pero continuó poniendo de manifiesto que posee una voz, un pellizco y un quejío flamencos, que si fuesen acompañados con técnica y estudio podrían volver a hacer estragos.Quien ya no parece causarlos como los causaba es José Menese. Su cante se escuchó en un silencio frío sólo interrumpido por generosos aplausos justo al final de las interpretaciones del maestro de la Puebla de Cazalla, como en los conciertos de clásica. Y sin embargo, Menese cantó bien, muy bien, sus cantes de hace 10, 15 o más años. Definitivamente, este entrañable pueblo mima demasiado a Miguel Poveda, este joven señalado por el dedo de la fortuna. Ocho estilos ocuparon el generoso tiempo concedido al debutante cantaor catalán. Cantó bastante bien por soleares y por tangos, éstos un tanto acelerados, y algo peor por el resto de estilos libres.

Pansequito, visiblemente impaciente por la espera solitaria en camerinos, tuvo una breve intervención despachando sus cantes con mayor rapidez y fluidez de las que le son habituales.

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