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¿Es la OIT una organización obsoleta?

MARÍA JESÚS VILCHES ARRIBASEste año se cumple el 75º aniversario de la creación de la Organización Internacional del Trabajo (OIT)

Los efectos de la Primera Guerra Mundial propician, a través del Tratado de Versalles, la creación de una organización internacional que sobre la base de la justicia social, la paz y el desarrollo económico, aleje a los pueblos de los elementos que desembocaron en la primera contienda mundial.La presencia, dentro de esta organización, de los Gobiernos, los empresarios y los trabajadores se consideró como el valor más importante y útil para la consecución de acuerdos que permitiesen un desarrollo más justo y solidario.

España es miembro de la OIT desde su fundación en 1919, con un lapsus comprensible entre 1941 y 1956. En este año 1994, por primera vez en la historia que la representación de los trabajadores y trabajadoras españolas es ostentada, ante la Asamblea General, por una mujer.

Los tiempos cambian pero no todo camina en la misma dirección y en la 81º reunión de la Conferencia Internacional del Trabajo, celebrada este año, el interés de algunos de los participantes no ha estado fundamentalmente centrado en los temas que constituían el orden del día y que tan cerca nos afecta a los trabajadores y trabajadoras de nuestro país, después de la aprobación de la reforma laboral.El trabajo a tiempo parcial, las empresas privadas de colocación, así como la seguridad en el interior de las minas, han sido, entre otros, los temas sobre los que se tenía que debatir y extraer conclusiones.

Pero realmente los puntos incluidos en el orden del día han servido de pretexto para dar paso a otro debate: ¿tiene razón de ser que la OIT siga siendo una organización -que regule, mediante normas, aspectos sustanciales de las condiciones de vida y de trabajo y revise periódicamente su cumplimiento?

Para los empresarios y para algunos gobiernos, así como para ciertos medios de comunicación que también han terciado en la polémica, la OIT es ya una organización obsoleta, que únicamente debe "reflexionar" sobre lo divino y lo humano, abandonando su capacidad reglamentaria.

Es evidente que esas opiniones se enmarcan en "ese fantasma" de finales del siglo XX que recorre, no solamente Europa, sino una buena parte del mundo. Esa obsesión liberalizadora que defiende la Unice (patronal europea), es un nada disimulado intento de desregular a los trabajadores y trabajadoras, fomentando la relación individual empresario / a trabajador / a y retrotraernos, so pretexto de salir de la. crisis, a las condiciones, de vida y de trabajo de principios de siglo.

En esa línea fue la intervención del portavoz de los empresarios españoles. Para ellos, la única fórmula que puede frenar la destrucción de empleo, pasa por una necesidad imperiosa de flexibilizar la normativa laboral a nivel internacional. Por su parte, el ministro de Trabajo, en representación del Gobierno español, apoyó en su discurso, la según él,

necesaria reforma del mercado de trabajo adoptada en España" y pretendió convencer a los presentes que la misma ha empezado a dar sus frutos, apoyándose en los últimos datos sobre el número de parados facilitados por el Inem. También insistió en que es necesario "promover la creación de empleo y mantener la ocupación existente" y que hay que hacerlo "desde la adaptabilidad y la garantía".

Para las trabajadoras y trabajadores. españoles y para los sindicatos que les representamos, está claro qué entiende el Gobierno español, cuando pronuncia esas palabras: adaptar la mano de obra a la medida de los empresarios a través de la desregulación y de los contratos a la carta, así como la "garantía", que no es otra, que la que ofrece la reforma laboral a la patronal española, para intentar imponer una pérdida progresiva de los derechos conquistados, atentando contra la negociación colectiva y las condiciones mínimas de trabajo y seguridad en el empleo.

Nuestra intervención ante la Asamblea General ha querido dar respuesta a estos planteamientos. Hemos denunciado la pretensión, cada día más extendida, de debilitar e incluso hacer desaparecer a los sindicatos. También el cómo se ha elegido el camino de la desregulación y la flexibilidad, en aras a una siempre "positiva" competitividad a través de la reforma del mercado de trabajo, en un país que tiene el honor de contar con el doble de parados que la media europea. Igualmente hemos mostrado nuestro rechazo al dumping (abaratamiento anormal) social que ciertos gobiernos quieren ejercer, impidiendo el desarrollo de la cláusula social. También hemos manifestado nuestra oposición a rebajar el contenido de las normas de la OIT y a la "desregulación", por las mismas razones que nuestra civilización rechaza la ley de la selva. Todas estas razones nos conducen a la conclusión de que, ahora más que nunca, tienen plena vigencia los principios, fundacionales de la OIT y la forma tripartita de trabajo, como fórmula para alcanzar acuerdos útiles para los trabajadores y para la sociedad y que la capacidad normativa de la OIT es su verdadera razón de ser.

No somos los trabajadores y trabajadoras, ni los sindicatos, los que nos oponemos a la modernización de las relaciones entre el trabajo y el capital, no somos nosotros los que queremos caminar en dirección opuesta al desarrollo del mundo.

Precisamente somos nosotros, los sindicatos y los trabajadores los más interesados en aprovechar el avance tecnológico para hacer más humanas las condiciones de vida y trabajo, de defender el desarrollo de los países del Tercer Mundo, de superar el dumping social, no eliminando los derechos conseguidos, sino universalizando éstos y repartiendo el empleo y los beneficios que genera.

es secretaria confederal de la mujer de CC OO y delegada de los trabajadores españoles en la Asamblea General de la 81º Conferencia de la OIT.

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