"Que seas una mujer libre"
Querida Taslima Nasrin:Vas a recibir un montón de cartas de simpatía y aliento del clero intelectual y literario occidental. Palabras piadosas, reflexionadas, morales, serias. ¡Qué bien saben hablar del Bien, de lo Normal, de la Libertad! ¡Cuánto mejores son que esos locos asesinos integristas o fundamentalistas que piden tu desaparición sin siquiera saber quién eres! Jamás los pensadores o artistas han tenido tanta razón, tan fácilmente y a tan poco precio. No les cuesta nada. Viven muy bien, sin verdaderos problemas, firman peticiones, hacen llamamientos a favor de la paz, del confort, de la libertad de expresión. Se levantan al unísono contra toda posibilidad de nuevos fascismos, por ejemplo ahora en Italia. Se van de vacaciones exigiendo una vigilancia constante frente a los demonios que amenazan la democracia. Sólo hablan de moral y de autenticidad, de la defensa de los oprimidos y los masacrados, pero nada, nada en su vida o en sus escritos muestra la más mínima iniciativa de libertad individual, lo que parece significar que, para ellos, todos esos "valores" son una abstracción colectiva que no se encarna jamás en la menor realidad física. Ahora están dedicados a tí. ¿Eso te va a reconfortar? Lo dudo mucho.
Como la hipocresía no es mi fuerte, tengo ganas de decirte algo diferente. Que seas una mujer libre y una escritora no tiene por . qué ser especialmente alabado, aunque estés en una situación imposible. Deja, pues, a esos locos que te acosan, vete a Suecia, vive como te dé la gana, escribe lo que te apetezca. Un escritor odiado por el delirio religioso estatal, es una vieja historia cristiana, hitleriana, estaliniana. ¿"Islamista" hoy? ¿Llevados al paroxis mo con pretexto del Corán? ¡Qué miseria! Sea lo que sea, la cuestión está resuelta de antemano a tu favor (si bien es verdad que puede tardar uno o dos siglos en resolverse). Además, el problema no radica en eso: el problema está en tomar en serio esa mascarada de maldición pasajera. Esta es la trampa: la mentalidad de lo serio (real o simulado); la "lucha" en general; el llamamiento a la resistencia; el gusto sí, el morboso de la humanidad ,sea cual sea la más "avanzada"), por el martirio. Nada de sacrificio, nada de martirio, nada de muerte emblemática: esa es la gran blasfemia, lo peor que existe a ojos de todos los clérigos del mundo. No debes morir por tal o cual Dios, y menos aún por los Derechos del Hombre o de la Mujer. Tampoco tienes que convertirte en una "heroína" del mundo occidental donde el torrente del bien-pensar oficial hace juego con el de la publicidad. Son síntomas de la vieja manía religiosa con la que, todo hay que decirlo, el admirable Salman Rushdie se ha visto obligado a conformarse. Dinero, derecho de asilo, seguridad, eso es lo que se te debe. No buenas palabras o actos. Y tú no debes pagarlo con declaraciones "humanistas". Hay cosas mejores,o peores, que hacer: tratar todo esto. con burla, ironía, con una suerte de desenvoltura obstinada. ¿Qué importa que "grandes escritores te aseguren su solidaridad? Tomándose en serio los llamamientos al asesinato desarman la verdad, se hacen cómplices inconscientes de la nueva gran máquina de violencia.
En Occidente, un escritor sólo es tomado en consideración por el establishment y los medios de comunicación si es "serio", es decir, si colabora con la gran mentira de nuestra Sociedad. Se le pide recitar el Corán de aquí: el Bien, el Mal, la Moral, los Derechos del Hombre, la fidelidad a un ideal y a las causas nobles. La realidades muy otra, como en las regiones de tu Corán. Catecismo y Corán obligan: a ti se te pide, en el fondo, ser mártir; a nosotros, recitar buenos pensamientos. Tú arriesgas tu vida, mientras qu9 a nosotros se nos pide no- pensar. En el fondo, el programa es el mismo ¿Eres una rebelde, una insubordinada? ¿Lo serías pase lo que pase y sea donde sea? Eso es lo que me gustaría pensar de ti. De ahí esta carta. No confís en nadie. No creas a nadie. Lárgate.
Esta carta forma parte de una sene que está publicando EL PAÍS en favor de la escritora Taslima Nasrin, perseguida por sus opiniones sobre el islam
Babelia
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