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Turistas tranquilos, camareros nerviosos

Los españoles que disfrutan sus vacaciones en la isla vivieron la revuelta entre la sorpresa y el folclor

El viernes por la noche el bar restaurante El Floridita no despachó ni un sólo daiquiri. El Floridita, el bar más famoso y elegante de La Habana está situado en la esquina de la calle Monserrate y Obispo, en la Habana Vieja, muy cerca de la zona donde hace dos días se produjeron los primeros disturbios de la historia de la revolución. Un poco mas allá, frente a los hoteles Plaza e Inglaterra, en el Parque Central Jose Martí, varios turistas españoles comenzaban a bajar un poco asombrados por el paseo del Prado.No se habían enterado de lo ocurrido y sólo les extrañó ver a tanta gente con banderas cubanas y algunos grupos de personas con palos en las manos y brazaletes rojos y negros del 26 de julio coreando consignas a favor de Fidel Castro. Creyeron que era normal y siguieron caminando hasta pasar por el hotel Sevilla, uno de los más antiguos y lujosos de la capital.

Al pasar por el Sevilla se dieron cuenta de que algunas cristaleras de las tiendas, que están en su exterior, se hallaban rotas, pero no repararon en que algo extraño había sucedido. Sin embargo, dentro, tomándose una cerveza Hatuey, Ángel Peñalver sí sabía lo que había ocurrido.

Ángel vive en Madrid y es dueño del disco bar Pandau y del restaurante Alcalá 81, y es la tercera vez que viene a Cuba. Sus últimos viajes fueron en 1992 y 1993, y dice que esta vez ha notado mucho el deterioro de la situación económica. Él estaba en el hotel cuando oyó una explosión y luego un gran griterío en la puerta que da a la calle Prado. "La explosión se produjo cuando un grupo de personas tiró un gran pedrusco contra una de las cristaleras, y enseguida empezaron los empleados del hotel a poner parapetos para evitar que la gente saqueara las tiendas".

"La verdad, fue una sorpresa, pero no pasó nada y, aunque hubo algo de alarma, ningún turista se puso nervioso", asegura Ángel, quien afirma que los camareros se excitaron al escuchar a los manifestantes que coreaban consignas contra el presidente cubano y gritaban "¡Libertad!¡Libertad!"Ángel afirma que no sintió ningún temor, sino una mezcla de "sorpresa y folclor", y que se fue a la calle detrás de los manifestantes para ver lo que pasaba. "Al llegar al malecón", recuerda, "sé produjo un primer enfrentamiento con la policía y vi como los manifestantes tiraban piedras y se escuchaban disparos de la policía".

Una vez terminados los disturbios unas dos horas después , Ángel volvió al hotel y por la noche, mientras cenaba en el restaurante de los bajos, escuchó otra vez ruido de cristales rotos. "Salió el director del hotel y los camareros, pero no había pasado nada, sólo alguien que tiró una piedra contra los escaparates, como por la mañana, y se fue corriendo". Por la noche no pasó nada más, y Ángel no salió porque se quedó esperando a una amiga cubana que no llegó porque dijo que tenía miedo de ir al hotel a esa hora, aunque Ángel asegura que todo estuvo absolutamente tranquilo.

En el Sevilla estaba también hospedado Fernando, uno de los concejales del Partido Socialista Obrero Español en la ciudad de Alcalá de Henares, que se encuentra en Cuba para donar un paquete de ayuda humanitaria al Ayuntamiento de La Habana que consiste en todos los viejos contenedores de basura de la ciudad española, muy escasos en la capital de Cuba.

Esa misma tarde había llegado a Cuba de vacaciones Diego Talavera, el director del periódico canario La Provincia, quien se enteró nada más llegar que algo había pasado, pero siguió su vida normal, como la mayoría de los viajeros del vuelo de Cubana de Aviación que llegó esa tarde de España, y fue a alquilar un coche al Hotel Comodoro, donde la normalidad era absoluta. Mientras hacía los papeles del coche, Fidel Castro hablaba en televisión sobre los disturbios y anunciaba que las masas serían las que detendrían a la contrarrevolución. La ciudad a esa hora había vuelto a la normalidad y lo único que le dijeron los representantes de la empresa de alquiler de coches es que esa noche descansase y no fuese para la Habana Vieja. Pero nada más.

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