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Un país en bancarrota donde reina el mercado negro

El paseo marítimo del suburbio de la Saline es uno de los mayores centros de actividad de Puerto Príncipe. Aquí está el grueso del mercado negro de gasolina. Desde la entrada en vigor de las nuevas sanciones contra Haití, las gasolineras están cerradas y miles de revendedores, instalados en la! aceras con bidones de plástico, ofrecen carburante de contrabando a los automovilistas.Pero los grandes beneficiarios del mercado negro son los militares y un puñado de comerciantes, generalmente originarios de Oriente Próximo, que controlan el contrabando. El brutal aumento del precio de la gasolina, que se ha cuadruplicado, alimenta la inflación.

"Además de la parálisis progresiva del sector productivo, las dos grandes consecuencias del embargo son la inflación y el traspaso de actividades hacia el sector informal", apunta Pierre-Marie Boisson, responsable de estudios económicos de uno de los principales bancos haitianos. Las sanciones han atestado un golpe fatal a las empresas que trabajaban con. el exterior. Según las últimas estadísticas de la Asociación de Industrias de Haití, los empleos en este sector han pasado de 15.000 en diciembre de 1993 a cero hoy. Sólo se trabaja tres días a la semana por problemas de transporte y de falta de energía.

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También los productos agrícolas locales, consumidos por la gran mayoría, se han encarecido por los costes del transporte. La ayuda humanitaria internacional, cercana a unos 110 millones de dólares (unos 12.000 millones de pesetas), ha evitado, hasta el momento, el hambre. La Agencia de Cooperación Americana (USAID) confirma los efectos de la crisis: casi la mitad de los niños en edad preescolar padecen malnutrición, diarreas y epidemias como el paludismo.

La inflación, la depreciación continua de la gourde, la moneda haitiana, el carácter cada vez más informal de la economía, en un país donde las transacciones se hacen normalmente en especie, y la práctica bancarrota del Estado han provocado una grave crisis financiera. Los bancos han reducido drásticamente las retiradas en efectivo.

Privado de recetas fiscales y aduaneras, así como de ayuda exterior, el Gobierno no tiene otro medio que imprimir billetes para pagar a sus funcionarios. La nueva tasa de 50 dólares para los pocos viajeros que todavía llegan a Haití no es más que una gota en el mar del déficit público.

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"Asistimos a una descomposición lenta de la economía. La gente tiene hambre e intenta huir en barco hacia EE UU. Por la debilidad de la demanda nos hemos librado, hasta ahora, de la hiperinflación, la cual, mucho más que la pobreza, es un detonador de explosión

social", concluye Pierre-Marie Boisson.

Le Monde / EL PAÍS.

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