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Mubarak advierte a Rabin que Siria nunca firmará la paz si no recupera el Golán

La paz y la guerra. Israel debatía ayer separadamente ambas opciones y en escenarios diferentes, pero sus políticos y militares sopesaban los riesgos de una nueva campaña militar en Líbano dentro del actual proceso de paz con sus vecinos. El primer ministro, Isaac Rabin, acudió al balneario de Taba, en el mar Rojo, invitado por el presidente egipcio, Hosni Mubarak, quien le recordó que Siria "nunca aceptará firmar un tratado de paz" mientras Israel no acometa una completa retirada de los altos del Golán". Mubarak acababa de entrevistarse en Damasco con el presidente sirio, Hafez al Asad.

En una conferencia de prensa conjunta al término del encuentro, Rabin admitió que para hablar de paz con Siria, Israel tendrá que cumplir con "ciertos requerimientos". Invitó una vez más a Siria a abrir negociaciones bilaterales directas con Israel, al mencionar los precedentes en este sentido de Egipto, la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y Jordania.Mientras, en medios políticos israelíes se siguen multiplicando las conjeturas sobre represalias contra el Hezbolá (Partido de Dios), principal sospechoso de los atentados contra objetivos judíos en Buenos Aires y Londres. Las advertencias israelíes tras los ataques del mes pasado en las capitales de Argentina y del Reino Unido han provocado el familiar sentimiento de terror en el sur de Líbano. Hace un año, Israel respondió a la ofensiva guerrillera del Hezbolá con devastadores bombardeos a lo largo de una semana que produjeron cerca de 150 muertes y cuantiosos daños materiales. Temerosos de una repetición del castigo, cerca de 15.000 libaneses emprendieron ayer la huida del sur del país para buscar refugio en los suburbios de Beirut.

Pero el Hezbolá también tiene bastiones en los arrabales del sur de la capital libanesa y, a juzgar por las declaraciones de funcionarios israelíes, el Estado israelí está decidido a emprender "una dolorosa venganza" contra los autores de los atentados, estén donde estén, aunque no ha acusado directamente al Hezbolá.

El Gobierno libanés, por su parte, ha puesto a sus 40.000 soldados en estado de máxima alerta. Cualquiera que sea la reacción de Israel, ésta tendrá indudablemente impacto en la delicada fase por la que atraviesa el proceso de paz, a pesar de los acuerdos recientes con palestinos y jordanos.

Aunque oficialmente la reunión de Rabin y Mubarak buscaba esencialmente una vía para desbloquear las negociaciones entre israelíes y sirios, la mayoría de los analistas dan por descontado que la supuesta campaña de atentados del Hezbolá, así como los esfuerzos de otros grupos musulmanes que se oponen al proceso de paz, fueron minuciosamente estudiados por ambos líderes. La violencia islámica no sólo amenaza a Israel, sino que se ha convertido en un factor desestabilizante para el Gobierno de El Cairo. El propio Mubarak impulsa una especie de "internacional antiterrorista" para decapitar al movimiento extremista musulmán en la región.

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Dilema israelí

El principal dilema para Israel radica en que una nueva acción militar en Líbano sería considerada como una afrenta por Siria, cuyo Ejército controla una considerable parte del territorio libanés, incluida la capital. Los israelíes están evidentemente ansiosos por atraer a Siria a la mesa de negociaciones, con la secreta esperanza de lograr un entendimiento. Aunque no se alcancen las dimensiones de los acuerdos con la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y con Jordania, esperan al menos establecer una tregua que permita reanudar el diálogo con Damasco.

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