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González considera un "disparate" adelantar las elecciones para una 'retirada ordenada' del poder

Luis R. Aizpeolea

El presidente del Gobierno, Felipe González, advirtió ayer a los dirigentes del PSOE que adelantar las elecciones para permitir así una retirada ordenada de los socialistas sería un "disparate" porque acabaría en a "desbandada". González respondió esta forma a una interpelación del dirigente de Izquierda Socialista (IS) Antonio García Santesmases durante la sesión del comité federal que terminó ayer de madrugada. La sesión, centrada en el análisis del fracaso del pasado 12 de junio y de sus posibilidades de iniciativa, se zanjó con el claro rechazo de González de la retirada ordenada, con sus dudas sobre una eventual cuestión de confianza y con un significativo silencio sobre un cambio de Gobierno.

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González mantuvo un tono reconcentrado las nueve horas que duró la sesión del máximo órgano del PSOE en la que por vez primera tenía que afrontar el análisis de una derrota en las urnas tras 12 años de gobierno. No fueron las habituales peleas entre guerristas y renovadores las que dieron color al debate del análisis poselectoral socialista, como ha sido habitual en las sesiones del comité federal. Fueron de tono menor.Lo que caracterizó la sesión fue la desproporción entre la abundancia de análisis sobre las causas de la derrota y la escasez de soluciones planteadas. La mayoría de las 50 intervenciones de los miembros del comité bucearon en las razones del desastre, pero las alternativas brillaron por su ausencia.

Algunos guerristas como Ángel Díaz Sol, Jaime Blanco, Jose María de la Riva, o renovadores como Joaquín Leguina plantearon a González el cambio de Gobierno. Antonio García Santesmases, de Izquierda Socialista, fue más lejos y pidió a González una retirada ordenada del Gobierno con un adelanto electoral para evitar un mayor desgaste del partido.

González respondió que plantear esta retirada sería un disparate porque el Gobierno perdería automáticamente sus apoyos y la situación degeneraría en una "desbandada". Defendió la necesidad de agotar los tres años de legislatura.

La cuestión de confianza volvió a suscitar sus dudas. A su juicio requiere presentar un programa, un presupuesto aprobado y el respaldo de los partidos nacionalistas, lo que, según reconoció, no está claro; sobre. todo, en el caso de Jordi Pujol.

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La propuesta de cambio de Gobierno fue acogida en silencio por González, igual que sucedió en la ejecutiva del pasado lunes, y en contraste con lo ocurrido hace un mes, cuando la rechazó al plantearla el dirigente andaluz, Manuel Chaves.

Este reiterado silencio hace pensar al entorno presidencial que es ésa la carta que se guarda Felipe González para el regreso de las vacaciones.

González se limitó a defender ante la asamblea socialista "el mismo programa" del 6 de junio, aunque "mejorado", y zanjó el principal debate que surgió, el de la dirección de las política de pactos, con una defensa de la política centrista. Dejó claro, en respuesta a los guerristas -como Carlos Navarrete o José Félix Tezanos- que no se dejaba tentar, tras la derrota electoral, "por regresar a las esencias socialistas" como ha sucedido a otros partidos socialistas europeos.

Quedó sin despejar la respuesta que los socialistas deben dar al movimiento de cambio que se ha producido en la sociedad española. Jordi Solé Tura y Mario Onaindia pusieron el dedo en la llaga de ese problema al apuntar que, en el decenio socialista, los españoles que se consideran de clase media han pasado del 21% al 49% y que el reto consistía en responder a sus demandas. Las respuestas fueron imprecisas.

Política cotidiana

Solé Tura, Onaindia y Leguina, entre otros, insistieron en que el Gobierno debe hacer una política más pegada a los problemas cotidianos y más "gestual". El secretario general de Juventudes Socialistas, Juan Bouza, pidió en que la política del Gobierno se aproxime a los jóvenes. En su respuesta, González pidió reflexión sobre los cambios sociales, pero no fue más allá de plantear la mejora del programa del Gobierno y de esforzarse por dar respuestas concretas.

El jefe del Ejecutivo defendió la política de pactos con CiU y una reapertura del diálogo con los sindicatos para luchar por el empleo y contra la corrupción.

La sesión de ayer consiguió zanjar el debate sobre los pactos. El líder sindical Adolfo Piñedo y el ex dirigente comunista Enrique Curiel coincidieron en que el pacto con Julio Anguita es imposible porque "lo único que pretende es desplazar a los socialistas". La nota disonante procedió del ex ministro Enrique Múgica, que manifestó, para disgusto de sus compañeros, que en el decenio socialista habían aumentado las desigualdades sociales.

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