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¿Qué fue de la presunción de inocencia?

ANTONIO ORDÓÑEZ CLEMENTEEl autor recuerda en su artículo que nadie es culpable mientras no se demuestre su culpabilidad y reclama ese derecho para la UGT y sus dirigentes.

Con indignación, con estupor y hasta con sentimiento de indefensión hemos vivido los ugetistas y miles ¿le trabajadores estos últimos días a causa del proceso sumarísimo del que la UGT ha sido objeto, por extraños "tribunales populares" actuantes de oficio, durante las declaraciones que responsables de IGS-PSV y compañeros como Sebastián Reyna y Nicolás Redondo han realizado en la Audiencia Nacional ante él juez que instruye las diligencias subsiguientes a denuncias presentadas por ocho asociaciones de cooperativistas de PSV.Sin entrar en valoraciones jurídicas, parcela en la que doctos en la materia ya han opinado, hemos sentido indignación por la ligereza, a todas luces intencionada, con que algunos medios de comunicación, así como ciertas pontificales tertulias y sus tertulianos se han lanzado animosamente contra nuestra organización y sus líderes, olvidando el más elemental principio de un Estado de derecho, que es la presunción de inocencia a la que todo ciudadano es acreedor: nadie es culpable mientras no se demuestre su culpabilidad, y lo contrario no lo pueden san cionar ni las manifestaciones populares protagonizadas por "espontáneas" y, a decir verdad, exiguas minorías, ni el sector de los medios de comunicación tan insólitamente beligerante, esta-vez, en temas de carácter social. De hecho, ni siquiera lo han sancionado las instancias judiciales competentes, con ser tan poco sospechosas de "prosindicalismo", como el juez instructor, ya que la inculpación de Redondo y Reyna, con toda su pe rafemalia operística, ha desembocado en libertad sin cargos.

Decir que la UGT ha estafado es una acusación que, oída por el gran público desde estos medios de comunicación de notable audiencia, es una grave irresponsabilidad y una gran injusticia de daños incalculables en términos sociales y humanos a nivel individual de los encausados y tiene unas consecuencias cercanas a lo irreparable.

UGT cometió errores, reconocidos, que estamos seguros no pueden ser calificados de delito y por los que ha pagado y seguirá pagando responsable y voluntariamente, mientras no se solucione el grave problema originado; pero de lo que la sociedad en su conjunto debe de estar tranquila es de que no se ha lucrado económicamente. Como dijo un prestigioso periodista: "UGT ha podido meter la pata, pero no la mano".Queríamos realizar un proyecto a todas luces muy ambicioso, del que,se beneficiarían 20.000 compañeros y sus familias y no medimos el riesgo, los inconvenientes que poderosos terceros pondrían como freno a sus particulares ambiciones, y ése fue nuestro error, error que asumimos con una voluntad insólita, desde la responsabilidad que, como socio minoritario, teníamos en este proyecto, asumiendo toda la responsabilidad como única vía posible a la solución, aportando todo nuestro patrimonio, más una aportación cercana a los 10.000 millones de pesetas, y decimos inédita e inusual porque somos la primera entidad conocida que ha tomado este tipo de iniciativa y lo hicimos porque así lo demandaba nuestra responsabilidad moral. Esa actitud ha sido reconocida por la inmensa mayoría de los cooperativistas, a sabiendas de que era la única fórmula posible para sacar. adelante las viviendas.

Como. decíamos, este proceso no ha sido valorado de igual forma por los citados medios de comunicación, pero lo que es más importante es que hemos podido comprobar que prestigiosos juristas, menos motivados por la publicidad que por un sentido profundo de la justicia, han emitido juicios claros y ponderados sobre la materia.

Este acoso no es gratuito, tiene su fundamento en objetivos no jurídicos y sí políticos y sociales: nuestra organización, que durante los pasados años y los venideros se ha esforzado en conseguir arrancar a los poderes económicos y políticos cotas de bienestar social, porque nunca a los sindicatos y a los trabajadores nos han regalado nada, es en estos momentos de incertidumbre política y de innegable vulnerabilidad el blanco idóneo para golpear un objetivo al que apuntaba desde hace años la derecha sociológica y económica de nuestro país: debilitar al sindicalismo. Por eso han procurado contaminamos ante la sociedad con el germen más mortal que se le puede suministrar a una organización de izquierdas, que es la_sospecha de deshonestidad. Nuestra organización, con más de cien años de historia a las espaldas, estamos seguros de que sabrá reponerse a esta situación, par -a lo cual está consagrando importantes esfuerzos a superar los obstáculos para la construcción de las viviendas.

Pero hay que recordar a algunos que la UGT sigue fiel a su tarea principal, que es estar presente día a día en miles de centros de trabajo, defendiendo los derechos de los trabajadores. Esto es lo que ha hecho de esta organización centenaria la central mayoritaria de este país. Junto con CC OO, tenemos la representación del 90% de los trabajadores en todo el ámbito del Estado; ésa es nuestra fuerza y nuestra solidez, ése es el mejor aval y garantía para desengañar a quienes conspiran contra nuestro prestigio y para decirles que esos intentos, que destilan el más rancio instinto antisindical, no conseguirán sus objetivos.

Los sindicatos somos agentes vertebradores de la sociedad, la Constitución nos otorga responsabilidades democráticas que ejercemos y seguiremos ejerciendo, y los ciudadanos nos. lo reconocen y nos alientan a seguir desempeñándolas. Quien quiera cambiar esa realidad, que lo haga, si es capaz de ello, de forma directa y dentro de las amplias reglas del juego democrático y no utilizando fórmulas oblicuas como escudo protector, incapaces de asimilar una realidad consustancial al mundo del trabajo y necesaria para el conjunto de la sociedad, como es la realidad del sindicalismo dialogante y firme que la UGT representa.

Antonio Ordóñez Clemente es secretario confederal de Comunicación e Imagen de UGT.

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