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Tribuna
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La caverna

Madrid, no sólo es el Harvard de los aspirantes monárquicos de toda Europa en busca de un master, sino también lugar de ubicación de una de las cavernas monárquicas más obsoletas, mediocres y pusilánimes de todas las cavernas monárquicas que en la historia han sido. Sólo en una caverna se puede refugiar un pensamiento tan mezquinamente residual que sale en defensa de impresentables momias del aspirantado monárquico europeo acusando de estalinistas a quienes tienen en la memoria buena parte de sus actuaciones a lo largo de un exilio bajo el palio de la dictadura franquista.Los que le daban a la pluma incluso han dejado en1os archivos extrañas muestras de sumisión franquista e incluso trujillista, porque una de esas momias se destapó en su día con una pieza maestra sumándose a la campaña trujillista internacional de lanzar malolientes cortinas de humo ante el secuestro y asesinato de Jesús de Galíndez. Curioso el interés por Galíndez. ¿O por Trujillo?

En lo dicho hasta aquí, ninguna alusión se busque a la Monarquía española realmente existente, no porque haya dejado de ser republicano, sino porque reconozco el excelente nivel profesional de la familia real, a la que no se le ha visto un fallo, y ya quisiera poder decir lo mismo de muchos presidentes de república en ejercicio. Pero a estos cavernarios que en el pasado armaron guerras civiles para conservar sus campos de polo, que le pusieron un cirio a don Juan y otro a Franco en los años de los fusilamientos, las torturas y los encarcelamientos de tanto patriota demócrata español, les convendría un cierto sentido del ridículo para seguir caminando por la historia con pantalones de golf y mocasines bicolores. Bajo el franquismo les olían los pies, como a todos los franquistas, ahora les huele la cabeza.

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