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El nombramiento de Santer da paso a la batalla entre los Doce por el reparto del poder en Bruselas

Lluís Bassets

El primer ministro luxemburgués, Jacques Santer, designado el viernes sucesor de Jacques Delors al frente de la Comisión Europea, se enfrenta esta semana a su primer reto político, en el que deberá demostrar que son ciertas las virtudes de conciliador y de hombre de consenso y de equilibrio que le atribuyeron sus colegas, los jefes de Gobierno, el mismo día de su nombramiento. Santer deberá empezar consultas para presentar completa la composición de la Comisión al Parlamento y repartir las principales carteras, tarea en la que tendrá toda la presión de los países grandes.

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La historia de la Comisión Europea demuestra que una presidencia de perfiles suaves va acompañada de la aparición de comisarios de personalidad destacada. Los propios Estados miembros pueden estar interesados en contar con. personajes fuertes, capaces de trabajar con cierta autonomía y sin tutelas. Por eso lo que preocupa ahora a los socios comunitarios es la estructura de la nueva Comisión.Los comisarios son nombrados por el Gobierno de cada Estado miembro, pero es luego cuestión interna del colegio de comisarios el reparto de papeles y funciones. La calidad de los comisarios aportados por cada Estado es uno de los factores que juega en el reparto de cartas, pero no es el único, pues también se tienen en cuenta los equilibrios y las compensaciones. Por eso es fundamental el arbitraje del presidente in pectore, que debe preparar durante los meses que faltan hasta su toma de posesión, enero de 1995, una Comisión consensuada y aceptable por el Parlamento.

Una de las primeras cuestiones que deberá resolver Santer es el número de los vicepresidentes, uno o dos según el Tratado de Maastricht, que deja la decisión en manos de la propia Comisión. El Reino Unido intentó cobrar el levantamiento de su veto mediante la adjudicación de una única vicepresidencia a su comisario Leon Brittan. La maniobra ha sido denunciada inmediatamente por los otros grandes, que desean obtener alguna cuota de poder en esta segunda vuelta y no quieren que se instale un número dos con ambición de eclipsar al presidente.

Francia, Italia y España aspiran también a ocupar las dos vicepresidencias. Actualmente la Comisión tiene dos: el español Manuel Marín, y el danés Henning Christophersen. Ambos harán valer la política de equilibrio para mantener esta situación: un. presidente democristiano, centroeuropeo y de un país pequeño estaría así flanqueado por un socialista, de un país grande y del sur, y otro liberal, de un país pequeño y del norte.

El reparto de las carteras de mayor peso dará también quebraderos de cabeza a Santer. Comercio Exterior de una parte, y Economía, Finanzas y Asuntos Monetarios de la otra, son las carteras más apetecidas. Competencia, siempre polémica y brillante, y Asuntos Exteriores, más deslumbrante que efectiva, también tienen muchos novios. Las consultas sobre la composición de la Comisión conducirán en septiembre y. octubre a unas audiciones parlamentarias en las que los candidatos deberán responder a los eurodiputados.

Una segunda tarea, no menos importante, le espera -a Santer esta próxima semana. El miércoles deberá pronunciar en Estrasburgo su discurso de presentación ante los europarlamentarios, y someterse luego, el jueves, a una primera votación sin carácter vinculante pero decisiva para la continuación de la carrera de obstáculos que todavía le separa de la silla presidencial. Los servicios de la Comisión, siempre eficaces en este tipo de tareas, han trabajado toda la semana en el discurso, cuando todavía no se sabía quién sería el encargado de pronunciarlo.

Relevo en Luxemburgo

La designación de Santer abre otro proceso político en el Gran Ducado de Luxemburgo, donde deberá producirse su relevo al frente del Gobierno de coalición democristiano-socialista por el actual ministro de Finanzas, de 37 años, Jean-Claude Juncker, un democristiano que cuenta con un. gran prestigio entre sus colegas del Consejo de Ministros de Economía y Finanzas. El relevo ha sido acogido con aprensión por los luxemburgueses, muy habituados a la estabilidad política. Juncker, aunque mucho más brillante y preparado, es considerado como más imprevisible Y sujeto a golpes de humor.

La mayor preocupación luxemburguesa, sin embargo, es que la designación de Santer no sea un dulce envenenado, es decir, que la factura por la elección sea el recorte de los desproporcionados poderes que ha bonservado Luxemburgo en la Unión Europea. Su ratio de ciudadanos por comisario europeo, por votos en el Consejo de Ministros y por eurodiputados es el mejor de toda la Unión, y lo lógico es que se les pida a los luxemburgueses el supremo sacrificio de una renuncia a una parte de las ventajas de que han gozado durante 40 años con motivo de la reforma de Maastricht, que se efectuará en 1996.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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