Antes y después de la estrella
La tercera sesión del Festival de Vitoria comenzó por la tarde por todo lo alto y concluyó, ya de madrugada, en las mismísimas nubes. Esa maravilla que es Noa abrió la sesión con un concierto fresco, sorprendente y comunicativo y Wynton Marsalis acabó la velada rizando el rizo de la sensibilidad en plena jam session con Hank Jones. Entre, esos dos extremos se sucedió una demasiado corta intervención de la HUMO finlandesa, una decepción llamada Natalie Cole, un concierto intrascendente de Wynton Marsalis y un estremecedor bis mano a mano entre el trompetista y su pianista, que presagió ya la jam, que vendría después.Natalie Cole llegó a Vitoria como la gran estrella del festival; incluso se paseó en un deslumbrante Rolls mientras que el resto de músicos se desplazaban en autocar. Su actuación siguió esos mismos parámetros: Natalie Cole a bordo del flamante Rolls Royce que son las canciones de su ilustre, padre y más preocupada por lucir su modelito rojo que por lo que estaba cantando. La hija del llorado Nat King Cole tiene una voz bonita pero la utiliza con una desgana y una superficialidad que enferman. Abusa de las melodías conocidas en versiones adocenadas, artificiales y sin sentimiento, destrozando canciones inolvidables que forman parte del patrimonio íntimo de varias generaciones. Al final, se permitió la osadía de interpretar el Unforgettable en dúo con una grabación de King Cole. Una lección magistral de cómo abaratar una música irrepetible.
Noa / HUMO Jazz Orchestra, Natalie Cole, Wynton Marsalis Septet / Hank Jones Trio
Sala Araba, Polideportivo Mendizorrotza y Canciller Ayala. Vitoria, 14 de julio.
Todo lo contrario sucedió en la sala Araba, donde la israelí Noa había entusiasmado con un concierto lleno de sensibilidad y sencillez. Noa cantando y acompañándose a las percusiones y Gil Nor con la guitarra llenaron el escenario mucho más que la Cole y su potente banda. Pop suave y potente mezclado con melodías procedentes del folclore yemení y disgregaciones de clara influencia jazzística conforman el bagaje con el que Noa está deslumbrando al mundo. Su música es belleza en estado puro y su concierto fue de los que no se olvidan.
Carne de gallina
Wynton Marsalis regresó con ese jazz involutivo y revisionista que practica en los últimos tiempos. Música espléndidamente interpretada en la que las idas y venidas por la historia del jazz son casi mareantes. Al final, un tema de Thelonius Morik caldeó musicalmente el escenario y proyectó al trompetista hasta lo más alto en una última interpretación a solas con su pianista: de las que ponen la carne de gallina.Eran ya las 2.30 de la madrugada, pero Marsalis se había quedado con un vacío en el cuerpo. En el Canciller Ayala aún estaba tocando el trío de Hank Jones y Marsalis no dudó en subir al escenario y compartirlo con el más elegante de los pianistas actuales. Allí comenzó otra vez el festival: Marsalis tocó con esa sensibilidad que sólo aflora en los momentos de magia y Jones le contestó con la sabiduría que sólo dan los años. Ésa es la esencia del auténtico jazz; ese momento valió por todo el festival.
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