Tres heridos graves en el primer encierro
Dos toros de Cebada Gago sembraron el terror entre los corredores
"Ese toro ha hecho de todo en la calle menos cantar". Antonio Flor, el mayoral de la ganadería de Cebada Gago, hacía su particular resumen del primer encierro corrido ayer en Pamplona, que se saldó con tres heridos graves. Y es que Cartonero, un toro de 527 kilos, hizo de todo en su encierro. Rezagado de salida, derrotó contra los corredores en la segunda curva de la cuesta de Santo Domingo; arrolló a un corredor frente al antiguo Hospital Militar; resbaló en la entrada a la calle de la Estafeta y llegó el último a la esquina de Telefónica junto a otro colorao de Cebada Gago, Cabellito, que no le fue a la zaga.Allí, a escasos metros de la entrada a la plaza, Cartonero y Cabellito, se arrancaron contra todo lo que se movía a su alrededor. Ambos sembraron el pánico entre los corredores apostados en los vallados, colisionaron con los mansos que hacen de "coche escoba" y se quedaron hasta el final del espectáculo en medio de la calle.
Sólo la brillante y arriesgada actuación de varios corredores experimentados -que incluso ayudaron a uno de los astados a levantarse agarrándolo por los astifinos pitones- y de dos de los pastores que acompañan a las reses, hizo posible su entrada en el coso.
Los dos toros castaños provocaron los tres heridos más graves del primer encierro. José María Luna Rodríguez, de 35 años y natural de Villalcampo (Zamora), resultó corneado en el abdomen en la esquina de Telefónica. Su pronóstico es reservado tras ser intervenido en la enfermería de la plaza. Cerca de él resultó también cogido Mark D. Gerbick, de Nueva Zelanda y de 25 años, a quien el cuerno del Ceba da Gago le hizo añicos el peroné izquierdo, y cuyo pronóstico es grave.
El tercer herido de consideración fue Tirryl Flashman, un australiano de 30 años, corneado en la misma plaza. Su diagnóstico dice: "Herido por asta de toro en el codo izquierdo con entrada por el epicóndilo y salida por el antebrazo, de pronóstico reservado".
El primer encierro de las fiestas de San Fermín, en el día del patrón de Pamplona, no defraudó. Desde antes de las siete de la mañana la plaza del Consistorio era un enjambre de corredores, a quienes una barrera humana de guardias municipales impedía el paso a la calle Mercaderes.
Para el forastero, la primera impresión era que sería imposible que aquella masa humana se diluyera para dar paso a la manada. Sobre todo porque no paraban de llegar mozos rezagados, algunos apurando la última cerveza de la noche/mañana.
A cinco minutos de las ocho los corredores lanzaban aullidos para soltar los nervios y liberar adrenalina. El encierro fue lento como preveían los expertos. En Pamplona, los veteranos corredores saben los tiempos de carrera de los toros de cada ganadería, y los Cebadas Gago, 11 años con éste en los Sanfermines, no son de los más rápidos. Tras la lenta salida de los corrales de Santo Domingo, la manada se rompió en la curva de Estafeta. Allí resbalaron y chocaron contra el vallado cuatro toros. Los mismos que junto a tres mansos lideraron el resto de la carrera, y que permitieron incluso la compañía, mano en su lomo, de algunos arriesgados corredores.
Babelia
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