_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El exilio y el reino

José Ángel Valente dijo a Blanca Berasategui en ABC algo de seda, pero que leído de soslayo tiene el pedernal que Lorca vio en algunas miradas irónicas, duras como puñetazos. Habla de sus colegas: "Comparto poco con la mayor parte de los escritores españoles. Tengo la sensación de que muchos de ellos creen que han llegado...". Ahí respira el poeta, pero algo se escapa de su pausa en rizo de pregunta: ¿Tiene algo que contar, algo que rimar, algo que decir un hombre que se siente llegado, cuando el acto de creación únicamente salta de quienes deambulan errantes en busca de casa? Desvela el poeta: "El exilio es condición no sólo de mi escritura, sino de toda escritura de creación". Es imposible, salvo protegidos por la autoindulgencia, no percibir la verdad de esta queja.Valente es cuando habla el mismo geómetra de la pasión que cuando escribe; y su voz la misma que conmueve las ascuas frías que encadenan sus poemas incendiarios: versos lacónicos que dejan ver detrás de su contención aguas turbulentas que empujan el muro de pudor que las aguanta y remansa. Poeta de alta precisión y elegancia, distante y erguido, Valente tiene algo de ciprés en medio de un páramo y habla el idioma generoso e inflexible de los pobladores de exilios sin amnistía. Hacía tiempo que nadie mentaba la bicha del exilio, pero ahora la palabra vuelve a sonar sin que nadie la convoque y deja flotando su susurro, como si inexorablemente, cuando se extinguen los pasajeros exilios políticos, emergiese del letargo el exilio perpetuo de los poetas.

"El mundo está lleno de respuestas no preguntadas, que andan sueltas como perros de nadie", dice Valente. Si se mira el semicírculo de esta idea en un espejo, se cierra un círculo alrededor del punto de la cartografía de los sueños donde está el territorio del exilio: y el mundo se llena también de preguntas no respondidas, igualmente sueltas como perros de nadie. Y hay que ir al núcleo de la metáfora, a esos perros de nadie, buscadores sin amo en aceras y cunetas, donde respuestas sin pregunta y preguntas sin respuesta flotan en el aire espeso, viciado y quieto del pantano español. Este círculo está vedado a quienes se sienten dueños de una parcela del reino. Hubo otro poeta oscuro y erguido que murmuró: "Quien no tiene casa, ya no la construirá: leerá, escribirá, paseará por las avenidas de los parques". Rilke hizo, como hace Valente, de su ausencia presencia. Convirtió su voz en nudo de enigmas y habló desde el otro lado de las evidencias, más allá de las fronteras del reino, donde crece la raíz de la literatura no efímera.

Tenemos muchos expertísimos literatos, pero sólo una exigua contribución a la creación literaria. Una relectura de relatos de Hammett y Scott Fitzgerald, hizo saltar el otro día un desazonador resorte: ¿No es el beatificado best seller español que tuve que dejar a medio leer, para volver a remover esas aguas del otro lado de la tierra, un gran charco comparado con unas decenas de pequeños océanos? Escritura de creación no es testimonio de lo que ocurre, sino respuesta, herida por la soledad, a lo que ocurre. Si Valente recuerda que "la creación es el acto del exilio de Dios hacia el interior de Dios", los creadores, los que juegan a Dios, son exiliados dentro de sí mismos y gente dolorida por esa su condición, ya que han de convertir, y esto desgarra, su ensimismamiento en alteración y su mudez hacia dentro en elocuencia hacia fuera.

¿Por qué no hay apenas creación literaria en tanta literatura bien hecha por tanto buen literato de oficio? ¿Ha perdido nuestra palabra conexión con la emoción, el esfuerzo y el camino? ¿Es porque hay, como dice Valente, demasiados escritores instalados? ¿Puede decirse en las oquedades del reino algo que no suene hueco y sea digno de ser dicho? ¿No es crear el último lazo que nos queda con la necesidad y por tanto con la libertad? ¿Hacemos verdadera literatura necesaria y por tanto verdaderamente libre?¿No es una impostura asociar la necesidad de un poema o un relato con la amplitud de su acogida, si vivimos donde la posesión y el consumo de lo innecesario es la primera necesidad? Preguntas sin respuesta que escapan, perros sin dueño, del humo de la palabra del poeta.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_