Jericó y Gaza, las dos caras de una nación

JericóYasir Arafat debe llegar mañana, y no hoy como se dijo al principio, a Jericó, última etapa de su primera visita a Palestina en 27 años. Lo hará en helicóptero y no por carretera por razones de seguridad, las mismas que aconsejaron posponer un día la visita. Junto a las virtudes turísticas -las trompetas bíblicas de Josué, que derribaron sus inexpugnables muros, y las aguas del Mar Muerto y su explotadísimo fenómeno de la flotación natural en aguas saladas- están sus defectos políticos, esos que Arafat no olvida: entre los habitantes de Jericó no hay tradición revolucionaria ni de lucha en favor de la identidad palestina. Este oasis cisjordano ha sido uno de los lugares más tranquilos de los territorios ocupados a lo largo de los casi siete años de Intifida, la rebelión palestina contra la ocupación israelí.

En la plaza principal de Jericó es difícil explicar a la gente, que se acerca a todo extranjero sin importarle la diferencia entre periodista y turista, que es absolutamente imposible confirmar o desmentir la veracidad del anuncio oficial de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), según el cual, el líder, llegará mañana. La seguridad hace que todo sea absolutamente imprevisible.

"Me importa un pepino cuándo va a venir Arafat", aseguraba ayer un cambista que ya no confía en las fechas. "Lo importante es que Jericó prospere económicamente". Los signos del dólar y el marco alemán jamás han abandonado a Jericó.

En este pueblo, bien que mal, todo el mundo lo pasa más o menos bien. Hay una diferencia astronómica con Gaza, donde el paisaje es de gran pobreza. Nadie en el café de Abu Maxim se atrevía a decir anoche si la llegada de Arafat, traería un mensaje de reconciliación entre los pobres de Gaza y los que, como siempre, se las arreglan en Jericó. Mientras se discutían los detalles, todos bebían café fuerte y del bueno.