Un duro para la crisis
Massimo d'Alema, romano, de 45 años, casado y con dos hijos, tiene fama de duro y de hombre del aparato, aunque seguramente nadie le niega ironía ni una vivacidad de hombre astuto y capaz de sortear las dificultades con un quiebro diplomático.Su elección tiene un significado claro: la maquinaria del Partido Democrático de la Izquierda (PDS), que tiene sus raíces en las estructuras personales e ideológicas del que fue el mayor partido comunista de Occidente, busca seguridades en vez de cambios que juzga aventureros.
Con ese dato tendrá que lidiar D'Alema al intentar reanimar un partido amenazado por un comprensible repliegue pese a que, con un 20% de los sufragios, es la primera formación política de Italia, lo que evidentemente no basta para contrarrestar a Berlusconi y sus televisiones.
Comunista desde los 14 años, cuando ingresó en las juventudes, Massimo d'Alema ha tenido que pelear fuera de casa, en la región de Puglia, donde ha sido habitualmente elegido diputado. Fue miembro del Comité Central, responsable de organización, presidente del grupo parlamentario y director de L'Unità hasta 1990, poco antes de que Achille Occhetto impulsará la transición del PCI al PDS. Se consolidó como el número dos que el año pasado se apartó de Occhetto por divergencias en el modo de llevar el PDS.
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