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LAS VENTAS

Toreo hondo de Sánchez Puerto

Una muestra del toreo en redondo ejecutado con hondura se vio en la corrida venteña. No es mucho, pero menos da una piedra. Ver el auténtico toreo por redondos que ejecutó Sánchez Puerto en estos tiempos que corren del derechazo fuera-cacho piconero, no es asunto baladí. La afición ya casi se conforma con eso y tan pronto alguien remata una tanda instrumentada en divina forma, se da codazos o se intercambia parabienes; depende de la confianza que tenga con el vecino de localidad.El público en general, sin embargo, no se conforma en absoluto y lo que quiere es que los toreros peguen pases; buenos o malos poco importa: han de ser muchos, docenas, cientos, allá penas si son todos derechazos fuera-cacho piconeros. Por eso cuando Sánchez Puerto ya le había hecho el toreo hondo al sobrero cinqueño ligándole redondos con el sabor propio del toreo bueno, y le enjaretó par de ayudados para la cuadratura, y montó la espada, parte del público rompió a gritar "¡No, no!", obligando al diestro a desistir de sus propósitos toricidas, armar de nuevo la muleta y continuar con los redondos que, a aquellas alturas de la faena, ya estaban más vistos que el famoso tebeo.

Eulogios / Campuzano, Puerto, Chiquilín

Cinco toros de Los Eulogios (uno fue devuelto por inválido), bien presentados, inválidos, de poca casta y escaso juego. 5º sobrero de Diego Garrido, cinqueño, serio, manso.José Antonio Campuzano: pinchazo, media trasera escandalosamente baja y descabello (silencio); pinchazo hondo bajo, rueda de peones, pinchazo y descabello (silencio). Sánchez Puerto: pinchazo hondo (palmas); media tendida caída (división y saluda). Chiquilín, que confirmó la alternativa: pinchazo, estocada corta -aviso- y descabello (palmas y pitos); pinchazo bajo y estocada caída (Palmas). Plaza de Las Ventas, 26 de junio. Media entrada.

Faltó toreo por la izquierda en la faena, aunque según se mire, pues el toro iba por ese lado muy violento. Sánchez Puerto tampoco lo intentó en su anterior toro, que tras aceptar unos derechazos inconexos, se quedó inmóvil. Fue la tónica de la corrida -inválida y plúmbea- si se exceptúa el lote que correspondió a Chiquilín, cordobés y a la sazón otoricantano. Su padrino de alternativa, José Antonio Campúzano, tuvo un primer toro de cierta nobleza al que sacó derechazos aceptables y unos naturales instrumentados en la modalidad del unipase, y otro reservón, que acabó aplomado y no pudo sacarle partido.

Chiquilín dispuso de mejores posibilidades con sendos toros boyantones, mas el hombre se amanoletó y lo que ganaba en pinturera apostura lo perdía en profundidad y solidez. "No se amanolete usted tanto", le aconsejaba un aficionado veterano desde el tendido, y no le hizo el menor caso, quizá porque torear amanoletado es el fundamento de su ideología táurica. Por si quedaba alguna duda en la plaza de la magnitud de su amanoletamiento, al final se puso a pegar manoletinas.

Una lástima, en realidad, esta obsesión de Chiquilín por amanoletarse, ya que posee valor, técnica, vocación y esas son excelentes condiciones para interpretar el toreo bueno. Aquellos dos toros boyantes de Chiquilín hubiesen querido para sí sus compañeros de terna. Seguramente entonces la corrida no se habría reducido a unos esporádicos detalles de honda torería, a los que la afición conspicua -romántica, optimista y soñadora-, se agarró como a un clavo ardiendo, y exclamaba: "Eso es torear". Dicho lo cual, se resignaba a seguir sufriendo en silencio.

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