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Macedonia se ahoga

Sometida a un doble embargo desde Grecia y Serbia, el mercado negro y el contrabando florecen en el país

ENVIADO ESPECIALRecorridos en avión, los 800 kilómetros que separan las capitales de la antigua república yugoslava de Croacia y de ¡a antigua república yugoslava de Macedonia son un viaje de Norte a Sur a través del túnel del tiempo. Se despega de la relativa modernidad urbana de Zagreb y se aterriza directamente en el mundo primitivo que Skopie representa. Ya el aeropuerto macedonio y su terminal son poco más que una pista entre barbechos y un gran barracón metálico con toques funcionales en una ciudad de 600.000 habitantes.

En esta aparente Arcadia, donde al atardecer numerosos pescadores combaten el calor metiéndose hasta la cintura en la corriente del río Vardar, que divide la ciudad, los ramalazos de contemporaneidad tienen que ver con el consumo. "La gente no tiene dinero, pero el dinero corre", dice Dejan, un vendedor joven que considera a sus compatriotas unos insuperables negociantes. Le da la razón la proliferación de centros comerciales a la última, en los que abunda la más avanzada telefonía japonesa por satélite, la ropa de marca y los televisores punteros a precios que a veces superan los 100.000 dinares macedonios (un dinar equivale a tres pesetas).

Nadie diría por los escaparates de Skopie que este minúsculo país montañoso de 25.000 kilómetros cuadrados, que tiene hipotecado hasta su nombre -el que admite la ONU es Antigua República Yugoslava de Macedonia-, sufre un doble embargo, comercial. Por el Sur, el impuesto en febrero pasado por los griegos, coincidiendo con el reconocimiento diplomático de Estados Unidos, que reivindica la denominación macedonia.

Por el Norte, el decretado hace dos años por la comunidad internacional contra su vecina Serbia. Aunque las fronteras con Serbia distan de ser herméticas -como sucede en los restantes países de la zona-, Macedonia ha perdido con el bloqueo a su principal cliente y proveedor. La posterior decisión griega, denunciada por los socios de Atenas de la Unión Europea, le ha dado la puntilla.

El Gobierno griego acusa a Macedonia de usurpar el nombre, los símbolos y hasta de tener apetencias territoriales y exige cambios en todo ello. Tras esta retórica nacionalista se oculta el sentimiento heleno de aislamiento ante el mundo de la media luna, al Éste, y eslavo, al Norte, y su convicción de que Macedonia es un país en vías de islamización, debido al dinamismo demográfico musulmán.

Por el puerto griego de Salónica entraba, tras la clausura de las fronteras con Serbia, el 75% de todas las mercancías con destino a Macedonia, incluido el petróleo. Ahora los grandes camiones búlgaros que, día y noche, atraviesan Skopie, a veces tras esperar hasta 24 horas en una frontera congestionada, son la fuente básica de aprovisionamiento. Macedonia está concebida como un corredor entre Grecia y Serbia, y prácticamente carece de vías de transporte dignas de este nombre en sentido Este-Oeste. Bulgaria y Albania, con apetencias tradicionales por este territorio, han ofrecido sus puertos al Gobierno ex comunista del presidente, Kiro Gligorov, y Skopie ya ha decidido desarrollar la carretera y el ferrocarril hasta Durres, en el Adriático albanés, y Burgas, en la costa búlgara del mar Negro.

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Aunque algunos macedonios sintieron un escalofrío al ver la semana pasada por televisión a un grupo de soldados serbios penetrando unos centenares de metros en su territorio y pintando. eslóganles irredentistas, no es el expansionismo serbio su principal preocupación. La amenaza no se percibe en la calle, ni tampoco en Petrovec, junto al aeropuerto de Skopie, donde sestean los únicos 500 soldados estadounidenses en territorio de la antigua Yugoslavia y cuya tarea simbólica es precisamente la de conjurar cualquier nuevo aventurerismo de Belgrado en su frontera sur. Serbia no reconoce a Macedonia, una república inventada por el mariscal Tito hace 50 años para amortiguar el predominio serbio en Yugoslavia.

Bajo la piel de Macedonia, como por la de Bosnia, discurre una falla en la que chocan Roma y Constantinopla, la cristiandad y el islam, el catolicismo y la ortodoxia oriental, los germanos y los eslavos, la modernidad y la tradición. La mayoría de los católicos yugoslavos, en Croacia y Eslovenia, vivieron bajo dominio austrohúngaro o veneciano. La mayoría de los ortodoxos, en Serbia y Macedonia, han sido súbditos de los conquistadores otomanos.

"Unos cuantos locos siempre hay en todas partes y entre los políticos de Belgrado más, pero en Macedonia creo que no hay un sentimiento de amenaza serbia, aunque sabemos que si acabara estallando un conflicto vendría por ahí". Así opina Miroslav, un profesor de enseñanza media para quien la aparente tranquilidad de sus dos millones largos de conciudadanos expresa la convicción general de que con una guerra en Macedonia sería inevitable un conflicto generalizada en el sureste de Europa, con búlgaros, griegos, albaneses y turcos a la greña. Y eso lo consideran impensable.

Los macedonios asumen resignadamente su extrema vulnerabilidad. Los 12.000 soldados mal pertrechados de que dispone el Ministerio de Defensa no les permitirían jugar ningún papel. Ni siquiera sumados a los 9.000 hombres mejor equipados del Ministerio del Interior, la verdadera fuerza política del país.Los verdaderos quebraderos de cabeza para Macedonia son su economía desfondada o las complicadas relaciones de quienes se mezclan en su territorio.

O, lo que es lo mismo, sus intentos para configurarse como un Estado viable. Esta semana, después de largas negociaciones entre partidos y sucesivos aplazamientos, se han iniciado por fin los trabajos del nuevo censo, que debe establecer cuánta gente vive en el país y cuál es su composición étnica. Algo de suma importancia, habida cuenta de las tensiones nacionalistas con la minoría albanesa, que el Gobierno cifra en un 20% de la población total y los partidos que la representan, con varias carteras ministeriales, hacen subir hasta más del 40%. Los albaneses boicotearon el censo de 1991.

Aunque básicamente agrícola, Macedonia aprovecha bien su situación en la ruta que une el sur de Europa oriental con Asia. Florecen el comercio -a pesar de los embargos-, el mercado negro y el con trabando. Y los vetustos seiscientos, denominados aquí Zastava 750, son los dueños de la carretera. Casi todo el mundo en la capital comparte un empleo de 15.000 pesetas mensuales, salario medio, con algún trapicheo o compraventa que produce tres veces mas.

Pero las estadísticas son al menos tan implacables como algunas, apariencias. La inflación anual supera el 250% y el desempleo bordea el 28%. El producto interior bruto cae desde 1991 a un ritmo próximo al 15%. El proceso privatizador es lento y vacilante y la ruina de las fábricas socialistas ha dejado en la calle a más de 150.000 personas.

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