El cascabel de las pensiones
Quién le pone el cascabel al gato de las pensiones es el gran problema social de España hoy. No hay otro mayor ni peor. El paro se reducirá, sobre todo si continúa el cambio de las leyes laborales. La crisis acabará y Felipe González se marchará. Pero, ¿cómo le jubilamos a él y a tantos abocados al retiro o instalados en él? El ministro y el secretario de Estado de Economía han denunciado la quiebra técnica del sistema de pensiones y jubilaciones. ¿Es verdad que el PP va a quitarles las pensiones a los viejos, como dice Felipe? ¿Es verdad que el gobierno del PSOE ya está reduciendo las pensiones, como dice Aznar?Contestaré a esas preguntas en cuanto pueda, con mi sabiduría e imparcialidad de siempre, pero antes quiero subrayar que el centro de la cuestión no es qué hacer con el sistema de pensiones, sino cómo pasar del fallido sistema de ahora al nuevo y mejor. El objetivo es, bajo la tutela del Estado, llevar a que los pensionistas y jubilados vivan de lo que ellos han invertido en fondos de pensiones a lo largo de su vida y de lo que estos fondos han producido. El cascabel que hay que ponerle al gato es el de transformar el dispendioso sistema de reparto a uno de capitalización.
Lo primero, saber en qué consisten esas pensiones por reparto", y qué quiere decir en este contexto "capitalización". Reparto es que las jubilaciones actuales se pagan dividiendo las cotizaciones sociales de los trabajadores presentes entre los jubilados. Capitalización significa que las pensiones se pagan con lo ahorrado y su rédito. El sistema de reparto puede funcionar mientras son más los que trabajan que los retirados, es decir, mientras la población es joven. Algo palía el problema el permitir la prolongación voluntaria de la vida laboral, (yo tengo pensado seguir escribiendo en EL PAÍS hasta los 90). Pero con una población estable y viejos saludables, no hay quien pague lo prometido.
Puede parecer que el Estado ha cumplido sus compromisos en este campo, bajo los socialistas. Por término medio, las pensiones y jubilaciones han crecido más que la inflación. Pero eso es sólo la media. Para quienes hemos cotizado año tras año las promesas se están incumpliendo. Primero impidieron que nadie cobrara más de una pensión pública aunque hubiera cotizado a más. Luego pasaron de prometer el 100% del salario del último año a garantizar sólo el 80%; ahora es el 80% del salario medio de los últimos cinco años.
Con todo, el Estado español ha presupuestado el 25% de su gasto en 1994 para pensiones y jubilaciones: nada menos que 7,1 billones de pesetas. El problema es muy otro que el de las pensiones no contributivas de los pobres de solemnidad, las catorce pagas de 32.635 pesetas, pues no suman sino 82.000 millones de pesetas, y eso no hay por qué tocarlo. El problema está en quienes han colocado sus ahorros en el Estado y no tienen nada en su haber, más que lo que buenamente se les quiera dar.
Fíjense en que, pese a los 6,4 billones que ingresa la Seguridad Social en cotizaciones (con las que tiene que atender también a la cuarta parte de su gasto que dedica a la sanidad), el Estado tiene que subvencionarla con otros 2,6 billones, el 25% del total.
Tal subvención crece, y crecen los impuestos. Las cotizaciones sociales suponen para las empresas una carga tan pesada que no piensan en licenciamientos. Cómo pasar a un sistema en que los fondos que sirven para pagar pensiones y jubilaciones pertenezcan a los trabajadores y no a lo que Octavio Paz llamaba el "ogro filantrópico" del Estado es cosa menos imposible de lo que parece. La solución, la próxima semana.
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