Tras el castigo
La virtualidad de las urnas no es sólo la de elegir representantes, con ser muy importante, sino también la de solventar dudas (¿por cuánto perderán los socialistas?), despejar incertidumbres (¿predominará el voto de castigo, el voto útil o el voto del miedo?), desvanecer ilusiones (¿podrá seguir influyendo el tirón del carisma de González?) y ahuyentar fantasmas (¿es aún de temer el retorno del franquismo?). Y no cabe duda sobre lo pedagógicos que han resultado los comicios europeos, a juzgar por las lecciones impartidas. Lealtades al margen, el factor esencial ha sido el voto de castigo al Gobierno, por su incapacidad para enfrentarse a la corrupción. Esto estaba cantado, aunque no, quizá, la sorprendente magnitud que ha tenido. Pero un efecto inesperado de este voto de castigo ha sido la drástica clarificación del mapa electoral español, al romperse el bipartidismo y reducirse a la vez la excesiva fragmentación.En efecto, todos los pequeños partidos han sido víctimas involuntarias del voto de castigo (pues votar al CDS o a los autonomistas minoritarios era un voto útil para el partido del Gobierno), por lo que casi han desaparecido. Y el resultado ha sido un ascenso espectacular de las dos formaciones fronterizas con el PSOE (PP e IU), hacia las que también se ha decantado la salida de los antiguos votantes socialistas. Pero simultáneamente se han consolidado los dos partidos mayoritarios del nacionalismo catalán y vasco, lo que refuerza la estabilidad gubernamental (dado que por ejemplo CiU planteó las elecciones como un test de su sostén a Madrid), haciendo sospechar que el voto de castigo ha estado mucho más dirigido contra el partido socialista (de ahí la debacle andaluza) que contra el Gobierno mismo.
Dos me parecen las principales lecciones políticas a extraer (tranquilizadora la primera, ominosa la segunda), que son la definitiva consolidación democrática de la derecha y lo problemática que se se anuncia la reconstrucción futura de la izquierda. En efecto, una consecuencia no querida del castigo electoral socialista es que, por fin, la derecha española (tanto en sus dos ramas nacionalistas como en la central) resulta electoralmente viable, lo que promete llegar a permitir su futura vertebración territorial. Se me dirá que esto no ha sido un mérito propio de la derecha misma sino una evidente autoderrota socialista. Y es cierto. Pero no lo es menos que la victoria electoral lograda, aunque sea gracias a los errores ajenos, dota automáticamente al PP (y a su líder, Aznar) con el carisma más objetivo que existe, que es el de la invencibilidad, por fin arrebatada a González: como Weber sabía, un general sólo posee carisma mientras obtenga victorias, pues las derrotas se lo quitan para concedérselo a su vencedor.- Esto confiere a Aznar una credibilidad de la que antes carecía: gracias a su ya histórica victoria electoral, la alternativa política que constituye el PP deja de ser una posibilidad teórica para hacerse evidente por sí misma.
Pero en la misma medida en que se hace viable una España futura gobernada por la derecha, deja de serlo, en consecuencia, la opción de izquierda, y ello tanto por razones externas como internas. Ahora mismo el PSOE necesita pactar con IU para gobernar Andalucía, lo que muy pronto se planteará también en el resto de España: pero pactar con IU implica tener que romper con CiU, y viceversa, encerrando al Gobierno en un dilema sin posible salida. De hecho, con IU no se podría gobernar el Estado nunca, a no ser que esta coalición se convirtiera al realismo político, abandonando su impracticable anticapitalismo actual. Pero ¿es esto posible?: quizá, pues comienza a haber pistas favorables, como revela el hecho inédito de que los convenios sindicales de este año se estén pactando con sorprendente moderación salarial. En cualquiera de los casos, parece mucho más grave la dificultad interna: ¿cómo se puede regenerar la confianza de los electores en el PSOE sin entregar la cabeza de los responsables de Filesa, y sin que ello suponga la ruptura definitiva de la familia socialista?
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