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Isla cerrada a los 'morenos' de fuera

Miguel Ángel Villena

Unos cabellos morenos son en Austria casi una garantía de discriminación. Desde los más o menos abiertos gestos de desprecio hasta las rotundas agresiones de los neonazis a extranjeros, la xenofobia ha calado cada vez con más fuerza en esta sociedad bienpensante, estable y temerosa de los cambios. Aunque se hable bien alemán o se respeten las costumbres del país de acogida, no resulta fácil para los extranjeros integrarse en esta república alpina.Eduardo Labarca, un escritor chileno y con varios años de residencia en Viena, lo define así: "Austria es una isla cerrada y feliz que no quiere molestias procedentes de gentes de fuera".

No obstante, también existen categorías entre los inmigrantes, y hay extranjeros de primera y de segunda división. "Cuando me he sentido más discriminada", comenta Montse Sánchez, una salmantina casada con un austríaco y con siete años en Viena, "es cuando me han confundido con una turca o con una yugoslava. Pero lo más grave es que para el líder de la ultraderecha Jörg Haider, y para sus seguidores, todos somos extranjeros de mierda, sin distinciones. Es indudable que tememos una caza de brujas si los neonazis llegan, algún día, a gobernar en Austria".

La agitación de los contrarios a la UE ha añadido un nuevo factor de desconfianza en forma de los impuestos que estos ricos centroeuropeos tendrán que pagar para subvencionar a los perezosos países del Sur.

La demagogia ha llegado a tales extremos que el veterano orador de un mitin a favor de la adhesión en el centro de Viena, el pasado sábado, se vio obligado a explicar a su auditorio de 200 personas: "No hagan caso a quienes sostienen que, si entramos en la UE, cada vez que regresemos de unas vacaciones en España varios indígenas tratarán de subirse a nuestros coches porque allí tienen más de un 20% de paro".

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