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Tribuna:ELECCIONES
Tribuna
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Parábola del sirio

Una señora decía ante las cámaras con certeza justiciera que "lo habría tirado desde lo alto para matarlo". Un joven confirmaba las intenciones de la masa de ciudadanos que agredió a un sirlo evidentemente desequilibrado que amenazaba a su propia hija en su intento de huir de España: "Lo habría matado aquí mismo". Sucedió en Jaén, España, una semana antes de las elecciones europeas. Siempre cabrá preguntarse si la reacción de la ciudadanía hubiera sido tan contundente de haber sido un español el protagonista del triste suceso. Posiblemente sí.Los bien pensantes -esa mayoría sana y honrada que se manifiesta por medio de sus miembros más decididos, que llaman a las tertulias radiofónicas- parecen dispuestos a todo. ¡Ya está bien! Movidos por la sagrada ira que han despertado en ellos la corrupción, la delincuencia, el terrorismo y sobre todo la íntima convicción de estar siendo burlados y expoliados por la clase política de este país, están dispuestos a casi todo. "Los españoles estamos hartos", se oye una y otra vez a través de las ondas matinales, en los bares y en el metro.

Razones para el desasosiego no faltan. Unos sufren sus míseras pensiones. Otros pierden su empleo en edades en las que no pueden esperar recuperarlo. Y otros muchos salen de la adolescencia sin preparación ni perspectiva de encontrar su primer trabajo. Grandes bolsas de desesperación se van inflando en diversas regiones de la geografía española y pocos creen en una anunciada recuperación económica que, aun produciéndose, dificilmente incrementará sus posibilidades de acceder a una nómina. La desesperanza y la suma de las frustraciones personales de millones de españoles crean así un estado general de crispación en la que hace falta un culpable, un enemigo. Matar a palos al sirio de Jaén habría sido al menos un consuelo pasajero para muchos de los allí presentes: por fin un acto de justicia inapelable en esta España injusta y corrupta. Roldán se escapa con sus millones; Rubio paga por salir de la cárcel lo que se hubiera gastado en un sarao; los socialistas siguen gobernando pese a ser todos unos chorizos. Pero uno, el sirio, el moro, ha recibido su merecido.

Cuando un Estado comienza a mostrar los síntomas que se agolpan en los últimos tiempos en España, los gobernantes deberían dar la voz de alarma. Deberían saber que un clima social como el actualmente reinante es caldo de cultivo para los linchadores de sirios, gitanos, socialistas o franquistas reales o supuestos. Por primera vez desde la muerte de Franco en España se dan cita la crisis económica, la confusión moral y la desesperanza. Estamos dilapidando un acuerdo histórico, el de la transición, que, con sus defectos, fue un éxito para un pueblo acostumbrado al fracaso en la convivencia.

Los principales culpables de esta situación son, sin duda, aquellos que ostentan la responsabilidad de gobierno. Todas las generalizaciones injustas vertidas en contra de los socialistas -en gran parte por moralizadores hipócritas que dicen hablar en nombre de la mayoría y sólo obedecen a intereses propios o delegados- no pueden hacer olvidar que, de un tiempo a esta parte, dirigentes del PSOE se han dedicado con gran celo a enfangar el escenario político, difamar a sus oponentes y sembrar dudas sobre la viabilidad de la alternancia y por tanto del sistema.

Flaco favor a la democracia. Vergüenza debería dar a alguno el hecho de que la petulante demagogia de Anguita sea hoy ejemplo de buenos modos en la campaña. Si el PP no consigue centrarse del todo, el PSOE ha logrado descentrarse a conciencia. Así, es probable que unos no logren la palanca electoral para forzar unas elecciones generales antícipadas y los otros no logren normalizar su gestión en lo que queda de legislatura. Los iluminados que quieren nacionalizarlo todo para hacernos más felices ganarán fuerza, y los nacionalistas vascos y catalanes seguirán siendo la cabeza de turco y objeto de las iras de la agitación ultracastellanista. Ésta debilitará aún más la lealtad de aquéllos al Estado. Unos, como Felipe González, han olvidado la transición desde la muerte de Franco a su acceso al poder. Otros se dedican con celo a reactivar las dos Españas, criminalizar al adversario y romper el consenso básico creado con la Constitución del 78. O restablecemos pronto el diálogo y la cordura o los propagandistas de la mayoría justiciera determinarán quién es el próximo en hacer de sirio. Espero estar exagerando.

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