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Nick Cave presenta en su gira española un disco íntimo y esperanzador

Hay algunos artistas en el mundo del rock a los que siempre se les considera músicos de culto. Nick Cave, de 37 años, es uno de esos personajes públicos que se convierten en mitos privados. Músico itinerante -o como él se define, exiliado-, y autor heterodoxo de obras literarias como Y el asno vio al ángel (Editorial Pre-Textos), Cave presentó anoche, en Madrid su último trabajo, Let love in, junto a sus fieles Bad Seeds. Hoy, Nick Cave cierra en Zaragoza su gira española.Desde su Australia natal, donde apareció en 1979, pasando por el "frío Londres" o la "opresión de Berlín o París", fijó, ya padre y esposo ("ser padre me ha convertido en un ser más comunicativo", dice), su residencia en Sao Paulo. "Brasil me ha abierto los ojos a problemas sociales, pero no han llegado, al nivel de influenciarme demasiado en la música", afirma Cave.

Autor de discos de la importancia de From her to eternity .(1984) o Henry's dream (1992), afirma sentirse "como un extraño dentro del alienante mundo del rock y completamente ajeno al panorama musical actual".

Divo displicente

En Madrid, Nick Cave aprovechó la ocasión para desperezar una actitud somnolienta aunque adornada con su ya famosa aura de divo displicente. "No sé", contestó a la pregunta de si, como parece transmitir su último disco, el amor pudiera ser la única salvación en un mundo que siempre nos ha descrito torturado. "I'm sorry, Fin sorry... ", repite en Thirsty dog, una canción de Let love in. "Es una letra muy personal, al igual que el resto del disco", dice. "En Henrys dream simplemente miraba hacia afuera y retrataba historias. Este disco es mucho más íntimo y esperanzador".

Respecto a una actitud, ya convertida en leyenda, de transgesión, Nick Cave, tranquilo y desmernoriado, contestó: "No puedo recordar el pasado, no quiero, pero no me sieiíto muy *diferente al que era". Pero es significativo su cambio respecto a algo que conoce bien: "Ahora considero que las drogas son especialmente, peligrosas y tomo muchas menos, pero sigo siendo el mismo aunque haya bajado mi nivel de excesos".

Llegó la noche. Al fin Nick Cave y su potentísima banda respondieron sobre el escenario con su música.El sonido, en un principio, no acompano la actuación de Cave y sus Bad Seeds, pero dos teclados, percusión y batería, dos guitarras y un bajo consiguieron remontar las deficiencias técnicas y arrasar en cada uno de los temas que interpretaron, una masa de sonido que no daba opción a la indiferencia. Lover man, Brother, My cup is empty, I let love in, The ship song, fueron cayendo como si de la

tima canción se tratara. Nick Cave, mirando a los Ojos de su público, bailó con ellos, cantó con ellos, y provocó dolor con su furia y su pasión. Los temas se sucedían, pero el tiempo se mantenía en suspenso, con todos los sentidos atentos a cada gesto de un implacable aunque generoso manipulador de sentimientos. Fue un concierto inolvidable y necesario, en el que la técnica solo fue un soporte casi prescindible. Puro arte.

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