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Tribuna:ELECCIONES
Tribuna
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El espíritu del Palau

Ni Cataluña se disuelve en España, ni España se disuelve en Europa. José María Aznar ordenaba el pasado sábado, a partir de esa premisa, el discurso más ambicioso sobre la cuestión autonómica de los que lleva pronunciados en esta campaña electoral. "Cuando se cree en un país, cuando se respeta la historia de un país, cuando se- cree en el futuro de un país, no se diluye nadie más que el que se quiere diluir. Y ni Cataluña se diluye en España, ni España se diluye en Europa". Esta defensa de las identidades propias y complementarias Aznar la abrochaba con una gran acuerdo global que culmine la construcción autonómica. El Palau Blaugrana de Barcelona, abarrotado de un público entusiasta que transmitía electricidad al ambiente, había sido elegido cuidadosamente por el presidente del Partido Popular para ofrecer una rama de olivo al nacionalismo conservador catalán. Aznar propuso un pacto global que defina cuáles son las competencias exclusivas, las competencias transferibles, la corresponsabilidad fiscal, la partición autonómica en la política europea, desde el respeto de las singularidades jurídicas, culturales de las comunidades. Aznar pedía un acuerdo para que el Estado funcione, para impedir que "se sienten unos encima de otros haciendo un Estado imposible para los ciudadanos". Y recordaba a Francesc Cambó, líder de la Lliga Regionalista catalana durante la monarquía de Alfonso XIII, para afirmar que "España no es fruto de la improvisación ni de la casualidad, sino que es una sustancia". Y se preguntaba: "¿Para qué valdría un partido nacional que no hiciera política nacional? ¿Quién tiene que ocuparse de defender el interés general de todos los catalanes y de todos los españoles?El presidente del PP tenía especial interés en que se supiera lo que su partido quiere. Y lo dijo con énfasis, casi con rabia: "·Lo que queremos es un Estado nacional, en una nación plural, que respete la singularidad, el hecho diferencial, o como se quiera llamar, y que sirva para mejorar la condición de vida de todos los catalanes y den de vida de todos los catalanes y de todos los españoles. Que se enteren de una vez lo que queremos".La bandera catalana figuraba integrada en el escenario popular, y el catalán fue la lengua en que Aznar abrió y cerró su discurso. La lengua que con la naturalidad de su condición de ibicenco utilizó Abel Matutes para abrir su intervención y con la que Vidal Quadras definió a Alfonso Guerra como un Frederic Kruger disfrazado de Madonna.Se notaba en el ánimo de todos los dirigentes populares un especial interés de mostrar su respeto por la identidad y los símbolos de Cataluña. Fuera, en la calle, la gente que iba a entrar al mitin hacía cola para firmar el manifiesto de los 14.000, que lleva el expresivo título En castellano también, por favor.El discurso de Aznar, meditado y, en momentos, solemne, se vio perturbado por un incidente provocado por un grupo de exaltados que impidieron hacer su trabajo a un periodista del circuito catalán de TVE. Fue un chispazo de cólera, de violencia, que iluminó durante una fracción de segundo el rostro de la intolerancia que a veces anida más entre los que escuchan los mítines que entre quienes los dan.Minutos antes y a petición de Abel Matutes, el mismo público del Palau Blaugrana había dado una largo aplauso en memoria de Florián Lozano, trabajador de TVE del equipo que sigue a los candidatos del PP, muerto en accidente de automóvil mientras hacía su trabajo.

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