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El tabú del sexo

Juan Arias

No era ninguna sorpresa que el papa Wojtyla no iba a ceder en la polémica sobre el sacerdocio femenino. Sólo ha querido decirles a los obispos que no insistan, porque no piensa dar marcha atrás en lo que muchos consideran el último tabú sexista de la Iglesia católica, junto con el control de natalidad y el celibato obligatorio del clero.Es un honor que le tocará a alguno de sus sucesores, porque la evolución de la sociedad civil acabará haciendo imposible que sea la Iglesia la única institución

que manten a una discriminacion semejante con la mujer. Y tocará a otro papa cargar con el peso de tener un día que pedir perdón a la historia por tamaña ofensa al feminismo y al ecumenismo, ya que hoy son muchas las iglesias cristianas, empezando por la anglicana, que han reconocido a la mujer su plena autonomía en la Iglesia.

El papa Wojtyla no se ha atrevido a gastar en este asunto todo su poder de infalibilidad porque sabe muy bien que dentro de su mismo episcopado existen corrientes muy fuertes a favor del sacerdocio femenino. Bastaría recordar sus discusiones, desde hace ya años, con los obispos norteamericanos, quienes han presionado siempre al Vaticano para que rompa ese último tabú.

Fue precisamente en el primer viaje a Estados Unidos cuando una superiora de una orden religiosa le espetó al Papa que la Iglesia, negando el sacerdocio a la mujer, la estaba discriminando. Juan Pablo II, disgustado por aquella contestación ante las cámaras de televisión, le recordó que el lugar de la mujer, como el de la Virgen, estaba a los pies de la Cruz.

El teólogo Ernesto Balducci solía decir irónico: "La Iglesia rogará a las mujeres que se hagan curas cuando los hombres no quieran ya serlo y pedirá a los curas que creen una familia cuando los laicos ya no crean en ella".

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