Carlos Alcaraz, a todo gas en Róterdam
El murciano sigue exhibiéndose y funde a Pedro Martínez con un recital de ritmo (6-2 y 6-1) que le guía hacia las semifinales del sábado, frente al sacador Hurkacz


Tanto ritmo impone Carlos Alcaraz, tanto exige en cada peloteo y tanta intensidad le mete al asunto, que al bueno de Pedro Martínez no le queda otra que alzar la cabeza, observar el videomarcador y confiar en que un momento u otro pueda producirse de la nada un giro copernicano que le dé la vuelta al guion y lo cambie absolutamente todo. Es decir, que en un instante u otro, el murciano tal vez pueda tener la tentación de darse uno de esos paseos mentales que se da de vez en cuando por Úbeda, o bien que un impulso repentino pueda hacerle perder el foco y baje este nivel tan opresivo y asfixiante que va devorando el ánimo del valenciano, consciente de con quién se las gastaba, pero abrumado ante semejante exposición de golpes. Hambriento, el número tres muerde la presa y no suelta ni a tiros; en consecuencia, un pulso partido profundamente en dos: castigador y sometido. 6-2 y 6-1, en 1h 10m.
Después de los apuros del estreno ante el Botic vande Zandschulp, el tenis de Alcaraz ha adquirido una magnífica temperatura y el de El Palmar transita por Róterdam de paseo en paseo. Hasta cierto punto lógico el de la jornada anterior, frente al doblista Andrea Vavassori, el 317º del mundo y, al fin y al cabo, eso, un doblista fuera de hábitat. Sin embargo, impresiona esta última demostración que aparta de un simple manotazo al 44º del mundo y le guía hacia las semifinales del torneo holandés, en las que se medirá este sábado (no antes de las 19.30, Movistar+) con el polaco Hubert Hurkacz (6-7(5), 6-3 y 6-4 a Andrey Rublev). Para llegar hasta ahí, ritmo, ritmo y más ritmo. Un azogue. De nada sirve la afanosa réplica de Martínez, superado por esa pelota centelleante que va de un ángulo a otro sin pausa ni piedad, como si fueran tiros de squash en vez de tenis.
Rompe la pelota Alcaraz y llega a todas partes, y a su amigo, jadeante cuando ni siquiera se ha alcanzado el cuarto de hora, le salta sencillamente la risa porque le conoce de lejos, pero todavía no había experimentado (sufrido, más bien) esta versión tan apabullante; sí en ensayos, pero no en la competición. Es un tenista desencadenado, voltaico, adecuadamente revolucionado. Cada balazo tiene una intención. En un abrir y cerrar de ojos ya ha logrado dos roturas y por mucho que Martínez esté en plena forma y responda con buenos argumentos, montado como está en una buena ola el valenciano, termina mareado y pidiéndole a su colega que frene un poco, que esto no puede ser, que la gente quiere algo más de partido y de diversión, y que así no hay manera. Pero ni por esas. Aprieta y aprieta Alcaraz, y la discusión se reduce a cuánto le costará cerrar el asunto: 63 minutos fueron la noche anterior, 70 esta.

El primer intercambio se dirime después de 21 disparos y Martínez rema con todo durante los cuatro primeros juegos, muy entonado; sin embargo, poco que hacer ante este tenista que si coge el puntillo se transforma en una tuneladora de maravillosa apariencia estética, porque cada raquetazo porta plasticidad, cada muñecazo dibuja finura y cada maniobra revela escorzos más y más complicados. Contemplar a este Alcaraz es algo así como pulsar el forward del vídeo y presenciar la acción varios puntos de velocidad por encima de lo normal. Resistió el primer día a la fría constancia de Vande Zandschulp, engulló a Vavassori después y vence ahora con el turbo a Martínez, con el que se había cruzado tres veces en los challengers, cuando uno tenía 16 años y el otro 22. Sin levantar en ningún instante el pie del acelerador, cierra con 29 ganadores y habiendo cedido tan solo dos puntos con los primeros saques.
Sin fisura alguna, volverá a pisar unas semifinales 125 días después y certifica su dominio nacional, con un balance de 18-3. El último paisano que le venció fue Rafael Nadal, en el Indian Wells de 2022. Como una centella, se adentra por cuarta vez en la penúltima ronda de un torneo en dura y bajo techo, tras las experiencias previas en Viena (2021), Basilea (2022) y la Copa de Maestros (2023). “He competido a un gran nivel, he vuelto a hacer las cosas correctas. Estaba muy concentrado y he intentado que todo estuviera en su sitio, siendo agresivo y llevándole al límite en cada punto. Creo que he hecho el partido perfecto”, aprecia el ganador, mientras Martínez se marcha con dos triunfos valiosos (Roberto Bautista y Holger Rune) y el torneo acoge una sorpresa: el italiano Mattia Bellucci (6-4 y 6-2 a Stefanos Tsitsipas) chocará en el primer cruce del sábado con el australiano Alex de Miñaur (6-1 y 6-4 a Daniel Altmaier).
MUNAR, OTRA BAZA EN DALLAS
Alcaraz y Hurkacz (21º del mundo) se han cruzado en tres ocasiones, las tres sobre pista dura y al aire libre, y en todas ellas se impuso el español. Primero en las semifinales de Miami (2022) y al año siguiente en Canadá y Cincinnati; esa última vez, también en la penúltima ronda.
El polaco ha perdido fuelle en los últimos tiempos, pero siempre supone un peligro por su calidad al servicio. Remontó a Rublev y completó el programa del sábado, en el que llama la atención la presencia de Bellucci. El italiano, de 23 años y 92º, no entraba en ninguna quiniela.
Eliminó a Daniil Medvedev y esta vez a Tsitsipas, dos nombres de relumbrón. De paso, su progresión certifica el excelente momento del tenis italiano. Con 11 representantes, el país transalpino es el que más tiene hoy día en el top-100.
Lejos de Róterdam, en Dallas, el que no pudo avanzar fue Matteo Arnaldi, frenado por la buena dinámica de Jaume Munar. El mallorquín, de 27 años, venció por 6-4, 3-6 y 6-3 (en 2h 16m), y accedió así a las semifinales del torneo norteamericano; al igual que Róterdam, de categoría 500. Nunca había llegado tan lejos en una cita de este perfil.
El sábado le aguarda un duelo con Casper Ruud, al que ya estuvo cerca de batir recientemente en Melbourne, donde el noruego acabó imponiéndose en cinco sets. Munar viene de protagonizar un buen papel en la Copa Davis y virtualmente es el 53º de la ATP, al filo de su máximo (52º).
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