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Tribuna
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Argumentario

Jorge M. Reverte

Franco persiguió al Opus De¡. Los hombres más preclaros de la obra, como López Rodó, López Bravo y Vila Reyes, fueron purgados. Algunos acabaron en la cárcel. Matesa exportaba. Monseñor Escrivá de Balaguer y Ángel Suquía sufrieron en silencio porque Franco no acababa la Almudena. La Iglesia vio con impotencia cómo se descuidaban sus proyectos más queridos.Sin Franco, jamás se habría pintado el Guernica. Al propio Franco le gustaba pintar. Bombardear, también, pero lo dejó.

Es un error considerar monolítico el franquismo. De su propio seno surgieron las fuerzas a las que debemos la democracia. Los del SEU dejaron locales a los comunistas y a los del FELIPE. Gabriel Cisneros y Robles Piquer estaban en desacuerdo con muchas cosas del régimen y no les pasó nada. Franco tenía un rostro humano, descubierto por Baón. Sus más íntimos recuerdan cómo le disgustaba firmar sentencias de muerte mientras desayunaba. Tuvieron que pasarle la firma a otra hora.

En la cárcel, con Franco, los presos comían todos lo mismo y a costa del Estado. Los soldados tampoco tenían que pagarse el rancho mientras duraba la mili.

Julián Grimau y Enrique Ruano, entre otros, se tiraron por la ventana entre tortura y amenaza de tortura. O sea, que había resquicios. No era tan asfixiante. El Gobierno no pidió la excomunión. Y podía haberlo hecho.

El problema de Franco es que estaba mal aconsejado. Y había suficientes libertades. Por ejemplo, era absurdo perseguir con tanta saña a monárquicos y democristianos. Franco respetaba tanto a los sindicatos que puso al frente de los mismos a su mejor gente, como Girón y García Carrés. Franco y Azaña no se entendían por su carácter. Ambos eran tozudos. Azaña, además, engreído. Si Azaña se hubiera sumado al alzamiento, todo habría sido distinto.

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