Los socialistas húngaros deciden esta semana si gobiernan solos o coligados
os húngaros sabrán este fin de semana, cuando se reúnan sucesivamente los congresos de los dos partidos más votados el domingo, si van a ser gobernados en solitario por los socialistas de Gyu1a Horn ue con el 54% han barrido en la segunda vuelta electoral, o si éstos aceptarán coligarse con los liberales de Gábor Kuncze, segundos con 18%. Atrás quedan con un humillante 10% cuatro años de gobierno derechista encabezado por el Foro Democrático.
Lo que se perfilaba hasta anteayer como una inevitable coalición -querida por los electores, según los sondeos de opinión, y querida por los dirigentes socialistas como una operación de pulido de imagen en un país que no acaba de digerir su pasado comunista-, está ahora en entredicho por la magnitud de los resultados de los antiguos comunistas. El Partido Socialista Húngaro -socialdemócrata en realidad- ha obtenido 209 de 386 escaños, mayoría absoluta.El líder de la Alianza de los Demócratas Libres, Gábor Kunzce, 43 años, respondía hace unos días a este periódico que "no hay posibilidad de alianza salvo con los socialistas", pero añadía inmediatamente que su partido, en cuyo origen está lo más granado de la disidencia húngara de 1956, sólo se coaligaría en caso de que tuviera "peso suficiente para imponer determinadas condiciones". Evidentemente no es el caso. Gyula Horri -un trabajoso currículo que comienza como obrero sin cualificar, educado luego en la URSS y meritócrata llegado hasta la cima del comité central del Partido Socialista Húngaro de los Trabajadores, comunista- ha insistido tras conocer el éxito de su partido que los Demócratas Libres, con quienes los socialistas habían iniciado ya el año pasado un proceso de acercamiento, son su aliado natural.
Pero el Horn del domingo por la noche, que cumplirá el mes próximo 62 años, estaba ya lejos del que hace unas semanas se manifestaba dispuesto a entregar la jefatura del Gobierno a los liberales si así su cantado triunfo se hacía más digerible para los ciudadanos que todavía ven en este comunista converso al joven que en 1956 ayudó a reprimir el levantamiento húngaro contra los invasores soviéticos.
Es evidente, sin embargo, que la mayoría de los electores que le han plebiscitado prefieren recordarle como el ministro de Exteriores del Gobierno de Miklos Nemeth, que, en 1989, facilitó a miles de alemanes orientales el escape a Occidente a través de Hungría. Bonn hizo desde entonces de Horn su hombre mimado y el líder socialdemócrata ya ha anunciado que su primer viaje al exterior, quizá como primer ministro, será precisamente a Alemania, país crucial en la integración europea plena que los húngaron ansían.
El próximo Gobierno socialista húngaro no va a ofrecer precisamente cuatro años de vino y rosas a sus electores. El programa elaborado por su cerebro económico, el tecnócrata Lazslo Békesi, ex ministro de Finanzas y representante por antonomasia del ala liberal del partido, hace hincapié en la necesidad de un pacto social entre Gobierno, patronal y sindicatos, en la línea del suscrito en España en 1977.
La delicada situación económica exige, según los socialistas, una drástica reducción del gasto público, contención salarial y restringir a los realmente pobres los todavía amplios beneficios sociales. Semejante ideario está en claro rumbo de colisión con los sindicatos, aliados electorales de los ganadores.
Precisamente Békesi, que declaraba a EL PAÍS en Budapest que "los socialistas no deben gobernar solos en ningún caso, porque aunque tengamos mayoría absoluta eso no significa una mayoría política", brilló conspicuamente por su ausencia en la multitudinaria conferencia de prensa con que los socialistas anunciaron su pasado triunfo electoral.
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