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"El mundo está lleno de canallas felices"

Justo Navarro (Granada, 1953) acaba de publicar La casa del padre (Anagrama), una narración obsesiva que recrea en primera persona la atmósfera de degradación moral existente en España durante los años inmediatamente posteriores a la guerra civil, a través del relato de un joven combatiente de la División Azul que regresa de Rusia convertido en héroe y al que pronostican seis meses de vida.Pregunta. ¿Por qué escribir sobre la guerra civil y la posguerra?

Respuesta. En realidad yo no quería hacer una novela sobre la guerra, sino imaginarme la atmósfera de grisura moral y mezquindad afectiva que impusieron los vencedores en los años cuarenta: un mundo de máscaras en estado de congelación. Todo era una representación teatral permanente, entre enemigos y entre familiares. Podías mentir, pero tenía que ser la mentira de los fuertes, para que acabase siendo la verdad. La verdad de los débiles no tenía ni valor ni existencia. Lo importante era no saltarse las reglas de los vencedores, de los fuertes.

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P. La lectura de su novela, en estos momentos de desconcierto moral que vive el país, produce cierto desasosiego.

R. No lo sé. Pero con esta novela yo no trataba de indagar en el pasado, sino de pensar los orígenes del presente. Yo sólo quería hacer una novela de misterio, de miedo, de monstruos reales. Sabía que quería escribir de alguien que estuvo en la División Azul, un eslabón lamentable de la guerra civil, una gran mascarada. Escribir de alguien que al volver herido se encontrase la máscara. mortuoria preparada, y decidiera ser un camaleón que se adapta a las reglas de los vencedores, con la intención de agradar al padre, a los fuertes. Es un farsante, un embustero, que aprendiendo a mentir y a fingir puede salir impune.

P. La indefinición moral y la ausencia de culpa del protagonista, heredera de la novela negra, tiene rasgos en común con otra de sus novelas, Hermana muerte.

R. Es posible, pero lo que más tienen en común es pertenecer a un tipo de novela negra que a mí me interesa, que es la novela negra que contradice los principios de la novela negra: aquí la justicia no se impone, el mal sale vencedor y nadie expía, sus culpas. Un torturador que acaba de pegar tres buenas palizas en los sótanos de la comisaría puede quedarse tan tranquilo, y, sin embargo, sentirse muy culpable por haberle pegado a su perro. El mundo está lleno de canallas felices que son más felices cuanto más canallas son.

P. ¿Y esa impunidad no provoca una desazón en el lector?

R. No lo sé, a mí sí me provoca desazón. Pero he querido contar la fábula del mal como normalidad. Quería escribir de un criminal que cometiera crímenes tan perfectos que no parecieran tales, un criminal que saliera siempre impune y feliz. Tiendo a creer que el mal no suele castigarse y que los malvados suelen tener ventaja.

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