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Solzhenitsin vuelve al 'gulag' 20 años después

"Sé que llegó a una Rusia torturada que no se gusta a sí misma"

Pilar Bonet

Descendió por la escalerilla del avión, tocó tierra rusa con la mano y se llevó ésta a los labios. Alexandr Solzhenitsin, premio Nobel de Literatura en 1974, eligió para el reencuentro con su patria, tras 20 años de exilio, la desangelada ciudad del noreste Magadán, una de las capitales del archipiélago gulag, la red estalinista de campos de castigo, que él recreó en el más famoso de sus libros.Poco después, en Vladivostok, con la espalda al Pacífico y la cara iluminada por un rojizo sol poniente, prometió buscar "caminos auténticos para salir del pantano" en que está su país "desde hace 75 años".

Editorial en la página 10

Solzhenitsin regresa a Rusia del exilio y ofrece esfuerzo para "sacar al país del pantano"

Eran más de las nueve de la noche, y algunos se habían cansado de esperar porque Solzhenitsin se retrasó en su cita con los habitantes de Vladivostok para besar el suelo de su patria, en Magadán, tras 20 años de ausencia. Esta ciudad desangelada del noreste de Rusia fue la capital del Dallag, una de las secciones más espantosas del gulag estalinista donde estuvieron los campos de Kolimá.Solzhenitsin, que viajaba a bordo de un avión de línea regular de la compañía Alaska, llegó al aeropuerto de Magadán a las 3.25 de la tarde (10 horas menos en la España peninsular). Al pie de la escalerilla, tocó el suelo con la mano y después se llevó los dedos a los labios. Ante el pequeño grupo que le dio la bienvenida varios periodistas, un par de funcionarios y un- poeta que no pudo declamar los versos que había preparado-, Solzhenitsin leyó un llamamiento que había escrito durante el trayecto. Se ofreció a sus compatriotas, para emprender una búsqueda de los caminos auténticos para salir del pantano" en que, para el escritor, vive Rusia.

Fue fiel a sí mismo y dedicó sus primeras palabras al gulag (sistema de campos de castigo) que él mismo había conocido muchos años atrás: "Me inclino ante la tierra de Kollmá, que conserva muchos centenares de miles e incluso millones de nuestros compatriotas ejecutados. Hoy, en las pasiones de la política, se olvidan con ligereza de estos millones de víctimas. Se olvidan quienes no se vieron afectados por este exterminio y mucho más los que, lo ejecutaron. Los orígenes de.nuestro hundimiento actual están aquí. Según las antiguas tradiciones cristianas, la tierra que alberga a los mártires inocentes es sagrada, y así la vamos a considerar".

Tras hacer una escala técnica en Jabárovsk, Solzhenitsin, junto con su esposa, Natalia, y Stepán, uno de sus hijos, llegó por fin a VIadivostok, donde le esperaba otro de sus hijos, Yermolái, y el escritor Borís Mozháyev, que le acompañará en su viaje por Rusia. No había representantes de las autoridades centralesde Moscú. Pese a que el deseo del escritor era el de no ser recibído oficialmente, la ausencia de dirigentes de primer rango estatal llamaba la atención de algunos observadores políticos, según los cuales el presidente Borís Yeltsin y su administración hubieran debido jugar un papel más activo y mostrar más iniciativa.

En VIadivostok, el escritor parecía estar relajado y de excelente humor. "Nunca dudé de que el comunismo estaba condenado y se hundiría, pero siempre tuve miedo sobre cuál sería la salida del comunismo y el precio que pagaríamos cuando esto sucediera", dijo Solzhenitsin -en la plaza central de VIadivostok. Refiriéndose a los último! dos años, afirmó que este periodo ha creado en la gente la impresión de estar viviendo acontecimientos extraordinarios y. pesados que les desbordan. "La gentevive con dificultad y no siempre ve una esperanza de futuro para ellos y para sus hijos", señaló.

El premio Nobel dijo que ha seguido atentamente la realidad rusa durante todos estos años, pero se mostró dispuesto a corregir sus opiniones en contacto con las experiencias que irá acumulando a partir de ahora. "Sé que vuelvo a una Rusia torturada, desalentada, perpleja, que cambió hasta lo irreconocible y que no se gusta a sí misma", manifestó.

La alocución duró breves minutos y fue coreada con aplausos. Respondiendo a una pregunta, Solzhenitsin se mostró convencido de que los rusos saldrán adelante porque fueron capaces de superar otros momentos difíciles en el pasado. "No es cierto que no tengamos inciativa. La tenemos, aunque a menudo nos invade la apatía. Nuestro destino está en nuestras manos, comenzando por cada pequeño paso, por cada pequeña decisión", aseguré.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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