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Están locos estos diputados

El psiquiatra del Parlamento italiano publica un libro sobre los desmanes mentales de los políticos

Juan Arias

Por su diván de psicoanalista han desfilado cientos de diputados italianos. Los políticos que hoy están bajo proceso han confesado sus depresiones, sus angustias, sus miedos cervales a acabar en el calabozo y hasta sus tentaciones de suicidio al psiquiatra Piero Rocchini, que ha sido durante nueve años -hasta el 92- psicoanalista oficial del Parlamento italiano. "Si dejo la política, ¿qué va a ser de mí? ¿Qué podría hacer ya?", le decía un diputado, tumbado en su diván, con los ojos cerrados, temblando como un niño. Y le añadía: "Y piense, dottore, que a mí me ha bastado una palabra para tener a todos a mis pies y hacerles temblar".Este psiquiatra joven, elegante, con pinta de actor de cine, que ha enseñado en varias universidades de Japón y Estados Unidos y en la de Comillas de Madrid, ha vivido los entresijos más oscuros y personales de la crisis política que ha acabado con la I República Italiana. "Venían a mí esos diputados que veían escapársele el poder", cuenta Rocchini, "como pájaros enloquecidos que no sabían ni dónde estaban ni qué eran, aterrorizados de que de un momento a otro la policía pudiera llamar a su puerta para llevárselos con las esposas puestas". Ha chequeado sus síndromes de narcisismo herido, de omnipotencia en derribo, tratando de devolverles la paz perdida ayudándoles a poner los pies en la tierra. Y mientras trabajó en silencio, en la sombra, fue respetado, buscado y amado. Sólo cuando se decidió a desvelar -sin dar nombres, por supuesto- el drama psicológico que estaba azotando a los representantes del pueblo en el Parlamento, cayeron sobre él los rayos de la ira del poder. Y le echaron.

Libre ya, se decidió a escribir sus experiencias y a analizar la crisis política desde su privilegiado observatorio psiquiátrico, con la ayuda del Centro de Estudios Psicosociales de Roma. Su obra La neurosis del poder, editada en España por Alianza, fue presentada anoche en el Instituto Italiano de Cultura de Barcelona, donde Rocchini fue recibido más que como un médico como un gurú indio o como un pope religioso, con la reverencia que infunden los que llevan dentro secretos íntimos e inconfesables de los grandes. Tiroteado por los periodistas para que revelara con nombres algún secreto de sus pacientes italianos, el psiquiatra, con elegancia, siempre sonriente, pero inamovible, respondía: "De eso, nada", como un confesor de pro.

Lo que sí dijo es que la enfermedad psíquica de los políticos italianos deriva del hecho de haber concebido a los partidos como a una grande mamma Poderosa, que piensa en todo, que te da todo, con tal de que tú hagas sólo lo que ella te diga, que te crea el miedo insinuándote "¿qué sería de ti sin mí?". Como premio a la fidelidad, dijo Rocchini, el partido-madre le permitía al político-hijo hacer lo que quisiese, "ofreciéndole la ilusión de ser omnipotente y permitiéndole el lujo de mirar a los demás por encima del hombro". ¿Resultado?

Un diputado que había pasado ya por la humillación de la cárcel me confesó en una sesión psicoanalítica posterior: 'Allí abrí los ojos y comprendí que me había olvidado de cómo es la vida real de la gente y que también nosotros tenemos que respetar sus leyes".

¿Esa concepción de partido madre será sólo fruto del clásico mammismo italiano? "Yo diría más bien", respondió Rocchini, "que es fruto de esa concepción de clueca absorbente de la madre mediterránea, y no sólo italiana, que ofrece todo a costa de que no le niegues nada".

Hoy, ya excomulgado por el Parlamento, es cuando a la puerta del psiquiatra Rocchini llaman cada vez más desesperados un número mayor de políticos o ex políticos para que les cure sus fantasmas de muñecos rotos.

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