Un homenaje reconstruye el mundo literario de José Luis Sampedro

Pocos escritores son capaces de permitir la reedición de dos obras de juventud, una vez alcanzada la madurez y el éxito. José Luis Sampedro no parece temer a la crítica ni a sus lectores, y por eso salen ahora a la luz La estatua de Adolfo Espejo y La sombra de los días. Con ese motivo, la editorial Alfaguara, que las reedita, le ha ofrecido un homenaje de dos días, en el que se ha analizado la persona y la obra del escritor, además de una exposición con manuscritos, diversas ediciones de sus obras y más de una sorpresa curiosa y reveladora.

José Luis Sampedro ha sido dispersado en piezas, como las de un puzzle, y reunido otra vez en la sola persona que es, a través del homenaje de dos días que se celebró el martes y el miércoles pasado en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, y la exposición biográfica que con este motivo se organizó. Ha sido analizado, viviseccionado, pero no con el salvajismo con el que esta práctica deja indefensos y obscenamente expuestos a los seres, sino con el infinito cuidado con el que se desmenuza algo querido, admirado.La exposición que rodeaba el salón donde se celebraron las mesas redondas, presentaba en vitrinas algunas de las interioridades, las pistas que permitían percibir el trabajo más personal del escritor. Desde cartas de amor adolescente y fotografías de la infancia, pasando por sus prolijos primeros acercamientos a la literatura, como puede ser un número de la revista Uno, escrita e ilustrada por él en solitario, hasta los esquemas estructurales de algunas de sus novelas como El río que nos lleva o Real sitio.

Esta primera aproximación a Sampedro a través de sus documentos permitía ya reconstruir parte de su mundo de escritor. Pero la mesa redonda del segundo día continuó con el rito de desarmar el mecanismo impenetrable de su literatura. Los participantes: Andrés Amorós, Robert Saladrigas y Carmen Martín Gaite, además del editor Juan Cruz, advirtieron a los presentes su incapacidad de separar al escritor y a la persona de José Luis Sampedro.

Para Amorós, el autor de La sonrisa etrusca revela ya en estas dos novelas escritas a los 22 años, algunas de las claves de su obra posterior: la búsqueda del sentido de la vida y los siempre presentes temas de la mujer y el amor, en su más amplio sentido. Las claves del enorme atractivo de la obra y la persona de Sampedro reside, para Amorós, en que les un escritor que no ha buscado el éxito; ha basado su trabajo en la ética del esfuerzo".

Robert Saladrigas ve algunos temas recurrentes en Sampedro, entre ellos "el individuo como centro del universo, la ambición de dominar la ficción y la fugacidad del tiempo; la defensa de la dignidad del hombre, cierto escepticismo nietzscheano y un rechazo de la muerte". Carmen Martín Gaite recomendó la lectura de las dos novelas de juventud de Sampedro a quienes deseen entender los años de aprendizaje del autor. "La vida, para José Luis Sampedro, no se puede captar en orden", dijo refiriéndose a La sombra de los días; "de la confusión de este libro de juventud sale gran parte de su atractivo".

Sampedro, presente en el acto, concluyó emocionado citando un poema de Rilke. "Si algo he hecho", dijo, "ha sido tratar de ser oscuro y esforzarme sin tregua. Soy un remero que no sabe a qué puerto va, pero que encuentra placer en el esfuerzo de remar".