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Botero

Julio Llamazares

Hasta hace pocos días, el único Botero que la mayoría de los madrileños conocían era Pedro, el de las calderas del fuego eterno. Ahora conocen también al otro, al pintor colombiano amigo de García Márquez cuyas esculturas se exhiben impúdicamente entre los árboles del paseo de Recoletos.Lo de impúdico lo digo porque las esculturas de Botero han provocado en nuestra ciudad, como antes en Nueva York y en París, una auténtica conmoción. En estos tiempos de biomanán, con el verano ya en puertas y todo el mundo empeñado, igual que cada año, en desprenderse de las arrugas y de los kilos de más, la propuesta de Botero es una provocación. Al menos, como tal se la ha tomado mucha gente, a juzgar por sus reacciones, tanto en directo, ante las esculturas, como en las páginas de los periódicos, aunque la provocación haya sido más literal que artística, que es la que quizá Botero buscaba conseguir: "¡Qué feas son!", dicen las señoras gordas, sintiéndose tal vez reflejadas en las estatuas más que ante una nueva visión de la realidad.

Personalmente, he de reconocer también que las obras de Botero (no, sólo las esculturas, sino también la pintura) no me gustan demasiado, salvo, precisamente, en lo que tienen de provocación. Observar cómo, la gente se incomoda delante de las esculturas, cómo comenta entre ella, tratando de buscar una razón a tanto exceso, a tanta desmesura y michelín, es una de las actividades más divertidas que los vecinos de esta ciudad nos podemos actualmente permitir. En estos tiempos de cultura rápida y masiva, cuando la gente hace colas y se apunta a un bombardeo con tal de que lo que la enseñen sea gratuito y haya sido glosado por la televisión, tiene su gracia ver a la gente, sobre todo a los gordos, molestarse ante las esculturas, como si fueran ellos los que hubiesen posado para el autor.

Vistas las reacciones, y al hilo del interés que algunas señoras gordas tienen porque el Ayuntamiento erija un monumento a la Virgen en el parque del Retiro, que contrarreste al Ángel Caído y bendiga la presencia en la alcaldía del PP, propongo a quien corresponda que el monumento lo haga Botero. Aparte de original, sería una Virgen más pura (todos los gordos lo son) y, por lo menos, las madrileñas más gordas se verían reflejadas en ella y dejarían los sacrificios y el biomanán.

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