Un 'sí' por los pelos
BERLUSCONI HA logrado la aprobación del Senado gracias al voto de tres senadores vitalicios, entre ellos el ex presidente de la República Giovanni Leone, que tuvo que dimitir por el escándalo Lockheed, y a la ausencia de cuatro diputados del Partido Popular (la antigua Democracia Cristiana) que abandonaron el pleno en el momento de la votación, lo cuál redujo el quórum al nivel que Berlusconi necesitaba. Esta comparecencia ante el Senado ha sido el momento más arduo para dar vida al nuevo Gobierno, ya que los tres partidos coligado (Liga Lombarda, de Bossi; neofascistas, de Fini, y Forza Italia, de Berlusconi) tienen mayoría en la Cámara de Diputados.Capítulo aparte merece la actitud de los cuatro senadores del Partido Popular. En el discurso de Berlusconi presentando su Gobierno había guiños a esa fuerza política. Los populares dieron a entender que apoyarían a Berlusconi si éste cambiaba de alianza, se separaba del partido de Fini y les acogía a ellos. Tal giro, a raíz de las elecciones, era pedir lo
imposible. Pero esos tanteos no deben ser olvidados con vistas al futuro. A la Iglesia, la derecha siempre le cae bien, y algunos nuevos ministros no esconden su oposición al aborto. Una vez perdida la DC, la Iglesia se inclina hacia un apoyo cada vez más evidente por Berlusconi: una actitud que responde a sus tradiciones más arraigadas. Esa inclinación católica (sobre todo de sus sectores más derechistas, como el Opus Dei y Comunión y Liberación) tendrá mañana otras expresiones, a pesar de que los cuatro senadores indisciplinados hayan sido castigados.¿Hasta qué punto el discurso de presentación de Berlusconi le ha ayudado a pasar la prueba del Senado? Fue un discurso inteligente, construido para difuminar toda posición que pueda causar disgusto en cualquier sector de la sociedad, y que dejó incluso muy en el aire el programa agitado durante las elecciones. El resultado es que ha sembrado una duda general sobre lo que puede ser el Gobierno de Berlusconi en la inmediata etapa de la política italiana. Quizá adecuado para soslayar eventuales disgustos, ese discurso no sirve para trazar una perspectiva de lo que el Gobierno quiere hacer. De él cabe deducir que Berlusconi va a gobernar con un pragmatismo llevado a todas sus consecuencias, sin compromisos serios, pero sometido a los vaivenes de los sectores que integran el Ejecutivo. Y de un modo particular de la Liga Lombarda, que, titular del Ministerio del Interior, no se contentará con frases vagas sobre federalismo.
En ese discurso, el jefe del nuevo Gobierno hizo reiteradas afirmaciones de fidelidad a la democracia, nuevos esfuerzos por desmontar el escándalo provocado en Europa por la presencia de cinco ministros neofascistas. Mala señal para un Gobierno tener que justificar sin cesar su propia composición. Y con pocas posibilidades de que- se le tome en serio, ya que «los hechos son los hechos y la prevención europea tiene fundamento.
¿Existen al menos bases razonables para pensar que los dos postulados de la campaña contra los políticos de antes (limpieza y estabilidad) van, a convertirse en realidad? Sería arriesgado dar una respuesta positiva. No pocos de los más cercanos colaboradores de Berlusconi están sometidos a encuestas judiciales, como les ocurría hace unos meses a los políticos de entonces. El propio Berlusconi no ofrece ninguna garantía en ese orden: construyó su gigantesco imperio empresarial sin pararse en escrúpulos, dando siempre la imagen de un hombre dispuesto a todo para lograr sus objetivos. Su intimidad con Craxi (el corrompido más ilustre de la etapa anterior) es notoria y ni siquiera hay motivo. para pensar que se haya interrumpido.
En cuanto a la estabilidad, basta la experiencia de estos días para perder toda esperanza. El primer Gobierno de la nueva era nace sobre el filo de una navaja, amenazado de una caída que provocaría una situación caótica. En realidad, el temor al caos ha motivado algunos de los votos favorables de los que se ha beneficiado Berlusconi. El nuevo Parlamento presenta las condiciones precisas para que la inestabilidad vuelva a ser rasgo básico de la nueva situación política, como lo fue de la pasada.
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