_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Europa y el Mediterráneo

La imagen que ofrece el Mediterráneo al final de nuestro siglo está lejos de ser reconfortante. Su costa septentrional acusa un retraso con respecto al porte de Europa, y su costa meridional con respecto a la del norte. La cuenca mediterránea difícilmente llega a unirse al continente, tanto en el norte como en el sur o en el levante. Por otra parte, ¿se puede considerar el Mediterráneo como un conjunto coherente, sin tener en cuenta las fracturas que lo dividen, los conflictos que lo desgarran: Palestina, Líbano, Chipre, Magreb, ex Yugoslavia? Nuestro mar parece abocado al destino de un mundo ex'

La Unión Europea se realiza sin hacer referencia al Mediterráneo: una Europa aislada de la cuna de Europa. Las explicaciones que se dan de ello, banales o repetitivas, a duras penas logran convencer. Los esquemas del Norte, a través de los cuales se. observa el presente o el futuro mediterráneos, rara vez concuerdan con los del Sur. La costa septentrional del mar interior tiene una percepción de su entorno y una conciencia diferentes a la de la costa de enfrente. Hoy parece que lo único que las costas mediterráneas tienen en común es su insatisfacción.

Las conciencias mediterráneas se alarman y, de vez en cuando, se organizan. Sus ex¡gencias han proclamado, en el transcurso de las últimas décadas, varios planes o programal: la Carta de Atenas y la de Marsella, la Convención de Barcelona y la de Génova, el Plan Azul y después el PAM (Plan de Acción para el Mediterráneo), etcétera. Estos esfuerzos, loables y generosos-en cuanto a sus intenciones, fomentados o apoyados por ciertas comisiones gubernamentales o instituciones internacionales, sólo han tenido resultados limitados. Los Estados que poseen una fachada que da al mar no tienen en general más que rudimentos de una política marítima.. Rara vez llegan a ponerse de acuerdo sobre algunas tomas de posición concretas, que hacen las veces de política común.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Se ha dicho de todo sobre este "mar primero" convertido en "estrecho marítimo", sobre su unidad y su división, su homogeneidad y su disparidad. No es una "realidad en sí misma" ni una "constante": el conjunto mediterráneo está compuesto por varios subconjuntos... La costumbre de percibir el Mediterráneo únicamente- a partir de su pasado dista mucho de estar abandonada. Los conceptos históricos o políticos sustituyen a los conceptos sociales o culturales sin llegar a armonizar ni a coincidir unos con otros. Este espacio rico en historia ha sido víctima de toda clase de historicismos, procedentes tanto del Norte como del Sur. La tendencia a confundir la representación de la realidad mediterránea con la propia realidad no ha desaparecido, ni mucho menos. Una identidad del ser, al amplificarse, eclipsa o rechaza fácilmente una identidad del hacer mal definida. En más de un lugar, la retrospectiva sigue prevaleciendo sobre la perspectiva.

El Mediterráneo ha afrontado con retraso la modernidad. No ha vivido el laicismo en todas sus orillas. Cada costa conoce sus propias alternativas, que se reflejan en el resto de la cuenca o en otros espacios, a veces lejanos. La materialización de una coexistencia (este término me parece más apropiado que el de convivencia) tantas veces proclamada con respecto a las región es multiétnicas o plurinacionales, territorios en los que se cruzan y se entremezclan culturas variadas y religiones diversas, ha sufrido un cruel fracaso ante nuestros ojos. No es casualidad que precisamente en encrucijadas como Líbano o Bosnia Herzegovina sigan desarrollándose dos guerras tan crueles como perseverantes. No puedo dejar de detenerme aquí un instante, con dolor y perplejidad, y cambiar el tono de mi discurso,

Recibí de Ivo Andric, poco después de su premió Nobel, una de sus novelas traducida al italiano, con una dedicatoria escrita en el mismo idioma que contenía una cita de Leonardo: "Da Oriente a Occidente, in ogni punto é divisioHe". Esta idea me sorprendió: ¿cuándo y cómo el pintor pudo hacer una observación o tener una experiencia semejantes? Sigo sin sabeAo. Muchas vee es he pensado en esta breve cita con ocasión de mis periplos mediterráneos. Más tarde, he podido darme cuenta de hasta.qué punto es aplicable al destino de la antigua Yugoslavia y las divisiones que la han desgarrado: frontera entre Oriente y Occidente, línea divisoria entre los imperios oriental y occidental, lugar del cisma cristiano, fallá entre el catolicismo latino y la ortodoxia bizantina, entre la cristiandad y el islam. Primer país del Tercer Mundo en Europa o primer país europeo en el Tercer Mundo, cuesta decir si este país era más lo uno o -lo otro. Se añaden' otras divisiones., vestigios de los imperios supranacionales, habsburgués y otomano, restos de los nuevos Estados recortados al antojo de los acuerdos internacionales y de los programas nacionales, herencia de dos guerras mundiales y de una guerra fría, ideas de nación del siglo XIX e ideologías del siglo XX, direcciones tangentes o transversales EsteOeste y Norte-Sur, divergencias entre los países desarrollados y los que están en vías de desarrollo, y así sucesivamente. Tantas divisiones enfrentadas en esta parte de la península balcánica, con una intensidad que recuerda a las tragedias, clásicas. El Mediterráneo vive muchos otros conflictos, en la propia costa, entre el litoral y el interior del país.

El Sáhara (palabra que sig nifica "tierra pobre") hace avanzar sus arenas e invade si glo a siglo, kilómetro a kilómetro, la tierra que, lo rodea. En muchos sit¡os no queda más que una franja cultivable entre mar y desierto. Este territorio está cada vez más poblado. La mayoría de sus habitantes son jóvenes, mientras que los de la costa del norte han envejecido.

Las hegemonías mediterráneas se ejercían alternativamente poi-que los antiguos Estados ce dían ante los nuevos. Las ten siones que se generan a lo largo de la costa causan inquietud. Una desgarradora alternativa divide las mentes, tanto en el Magreb como en el Maslirek: modernizar el islam o islamizar la modernidad. Dos pasos que no parecen ir parejos: el uno contradice al otro. Así se agravan las relaciones entre el mundo árabe y el Mediterráneo, pero también dentro de las propias naciones árabes, entre los proyectos unitarios y las políticas particulares. Hasta la cultura está allí demasiado desgarrada como para influir en el inconsciente colectivo y presentarlo en términos de conciencia. Es u til echar un vistazo fuera de los límites de nuestra cuenca para evitar repetir lo ya experimentado. El mar Negro, nuestro vecino, está ligado al Mediterráneo y a algunos de sus mitos: antiguo mar de aventura y de enigma, argonautas, búsqueda del vellocino de oro, sacrificio de Ifigenia. Ucrania sigue extendiendo junto a él una gran llanura continental, tan fecunda como mal ex plotada, a la que la historia no ha permitido desarrollar una vocación marítima. Rusia ha tenido que volverse hacia otros mares al norte y buscar en ellos su fortu na. Hoy reclama salidas o pasillos en la costa del Euxino y del mar interior. El mar Negro se ha convertido, para la mayoría de sus ribereños, en un golfo dentro de un golfo. Allí se perfilan también divisiones en el Este. El Adriático, llamado en tiempos "el golfo de Venecia", se ve hoy reducido a la condición de golfo. Sus puertos son cada vez menos prósperos, el agua está contaminada, los peces son cada vez más escasos. Detengamos ahí nuestro periplo, ya nos lo sabemos: el resto parece ser el silencio.

Parece que no sirve denada repetir, con resignación o exasperación, los atentados que sigue padeciendo nuestro mar, pero a pesar de ello nada nos autoriza a ignorarlos: degradación del medio ambiente, contaminación, capitalismo salvaje, movimientos demográficos mal controlados, corrupción en sentido. propio y en sentido figurado, falta de orden y escasez de disciplina, localismos, regionalismos, y muchos ismos más.

Sin embargo, el Mediterráneo no es el único responsable de esa situación. Sus mejores tradiciones -que se proponían asociar un arte y un arte de vivir- se enfrentaron a él en vano. Las nociones de solidaridad y de intercambio, de cohesión y de colaboración, deben ser sometidas a un examen crítico, tanto dentro del Mediterráneo como fuera de sus fronteras.

"¿Existe el Mediterráneo fuera de nuestra imaginación?", se preguntan tanto en el Norte como en el Sur, en el Este como en el Oeste, en levante como en poniente. Y no obstante, está ahí: hay indiscutiblemente un "ser en el mundo mediterráneo", si no un modo de ser único, a pesar de las escisiones y de los conflictos que vive o padece esta parte de nuestro mundo común. Algunos ven, de principio a fin, las orillas del Mediterráneo; otros no alcanzan a divisar más que sus fachadas. Esto denota no sólo dos conceptos o dos planteamientos, sino también dos sensibilidades y dos vocabularios diferentes. La fractura que de ellos se deriva es a veces más profunda que las otras: provoca otras fracturas, retóricas,- estilísticas, imaginarias, alternativas que se nutren del mito o de la realidad, de la miseria o de cierto orgullo. Hay que reconocer que este gran anfiteatro lleva demasiado tiempo ofreciendo el mismo repertorio: hasta el punto de que los gestos de sus actóres son a menudo conocidos o previsibles. Su genio ha sabido, sin embargo, en todas las épocas, reafirmar su creatividad, renovar su capacidad de fabulación incomparable. Tenemos que replantearnos en este momento las nociones caducas de periferia y de centro, las viejas relaciones de distancias y proximidades, los significados de los cortes y de los enclaves, -de las simetrías frente a las asimetrías. Las formas retóricas y narrativas, políticas e incluso dialécticas, inventos del espíritú mediterráneo, han servido durante mucho tiempo y a menudo parecen gastadas. Una razón más para no dej arse donúnar del todo«por ese pesimismo histórico que indiqué al principio, similar tal vez a una angustia heredada de aquellos grandes iTavegantes del pasado que se dirigían a orillas desconocidas. ¿Podremos detener o impedir nuevas divisiones en cada punto de Oriente a Occídente? ¿Cuándo y cómo?

Son preguntas que quedan abiertas. Está clara la urgencia de plantearlas y de reflexionar sobre ellas en un momento decisivo de la historia de Europa y de la transformación de las relaciones a la escala de nuestro mundo.

es escritor ex yugoslavo y croata, autor del Breviario mediterráneo.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_